Las presiones tributarias nacionales, provinciales y municipales están en su punto más alto
Los trabajos adicionales, además, no repercuten en sus ingresos
“No doy abasto con los tiempos”, “estoy tapado de trabajo y no puedo ponerme al día”, “tengo la agenda complicada”. No es difícil adivinar que estas expresiones provienen de algún contador dedicado al tema tributario.
Demacrado, con ojeras, la mirada perdida y con una pila de papeles bajo el brazo comenta resignado que no llegará a presentar a tiempo las distintas obligaciones fiscales nacionales, provinciales y municipales de sus clientes.
La realidad indica que vivimos una época de presión fiscal inusitada, no sólo cumpliendo con la obligación de confeccionar declaraciones juradas determinativas, sino además por la gran exigencia de información adicional solicitada por los fiscos, lo que transforma al profesional en un empleado ad honorem de AFIP, Rentas y la Municipalidad.
Presionado por las entidades tributarias y por sus clientes, nadie puede desconocer que la tarea del contador se tornó insalubre y altamente riesgosa por las responsabilidades que los distintos organismos colocaron sobre su cabeza.
Sin lugar a dudas Argentina tiene en la actualidad la presión tributaria más alta de su historia y en un nivel cercano al de los países desarrollados, con el agravante de no contar con una contraprestación de servicios públicos de calidad. Toda esta situación, sumada a los cambios permanentes en materia tributaria, obliga al profesional a constantes capacitaciones para estar actualizados con las normas.
Sumemos a ello la complejidad de los trámites y gestiones a realizar frente a los fiscos y tendremos un panorama claro del nivel de stress que el contador debe enfrentar poniendo en riesgo hasta su salud. Pero esto no termina aquí ya que para estar a la altura de un nivel aceptable de calidad profesional se requieren inversiones ya sea en tecnología, capacitación o estructura del estudio profesional que difícilmente llegan a amortizarse en el corto plazo.
Un claro ejemplo de esto es la obligación impuesta a los contribuyentes de emitir factura electrónica sin tener en cuenta que muchos comerciantes pequeños, principalmente en el interior del país, no tiene siquiera una computadora y mucho menos conexión a internet.
En un país donde una gran parte de la población no tiene acceso a una infraestructura básica, llámese agua corriente, cloaca o energía eléctrica suena por lo menos descabellado pensar en que pequeños comerciantes o agricultores del interior tendrán acceso a la tecnología que el fisco requiere lo que termina recargando la tarea del contador que debe asumirlas en su estudio.
Todo este trabajo adicional que recae en los profesionales, no necesariamente repercute en sus ingresos, ya que muchos de sus clientes son contribuyentes pequeños que pagan un honorario fijo por mes y no tienen margen para absorber incrementos por estos servicios. O sea que estos mayores servicios impuestos por los fiscos quedan incluidos dentro de la misma tarifa.
A Benjamin Franklin se le atribuye la famosa frase “Nada hay de seguro en la vida, excepto la muerte y los impuestos”. La versión criolla de este dicho escuchada de la boca de un contador sería: “Para ser empresario en Argentina hay que tener un buen cardiólogo y un buen asesor tributario”.
En este contexto, rescatando la indudable ayuda que la tecnología brinda, se impone una simplificación en la implementación de procesos y una reforma tributaria integral.
Los contribuyentes y sus asesores agradecidos, o quizás habrá que repasar una canción de los Beatles llamada “Taxman” que cuenta la historia de un recaudador dispuesto a cobrar impuestos por los pies solo por salir a pasear.
Fuente: Página del Colegio en La Gaceta.-