21-OCT-2013 Uno de los temas más mencionados por los empresarios es la presión tributaria y la consecuente menor competitividad. El peso de los impuestos ya supera el 40% del Producto Bruto Interno, una tasa que, en algunos casos, supera a los países desarrollados. En el mundo empresario saben que los políticos cuando son opositores se suman a estas críticas, pero una vez en el poder no son tan proclives a renunciar a esos ingresos. Sin embargo, existe un consenso sobre que una carga tributaria muy alta termina impidiendo que se amplíe la base de contribuyentes. Alberto Abad, ex titular de la AFIP desde el 2002 hasta principios del 2008, coincide en este aspecto y en una entrevista concedida a Ámbito Financiero advirtió que “Aumentar la alícuota es fácil” pero que el “desafío” es “ampliar la base, atacar el trabajo no registrado”. En este sentido alertó que el Estado al estar realizando contratos laborales de relación de dependencia disfrazada de monotributistas, está generando “un pasivo patrimonial gigantesco”.
Respecto del modelo económico que se basada “en los superávit gemelos, en un tipo de cambio competitivo e inflación controlada ya casi no queda nada”, advirtió. Apelo a que para que el Estado efectue un control eficiente es necesario comprometerse para “que quienes nos van a regular tengan una capacitación acorde a responsabilidades” rechazando el clientelismo político como medio de contratación para los organismos públicos. A continuación los aspectos más salientes del reportaje que le concedió a Ámbito Financiero.
Periodistas: ¿Cómo evalúa la presión tributaria?
Alberto Abad: Un estudio demuestra que en América latina, Argentina y Brasil tienen los niveles de presión tributaria provincial más altos. Las provincias avanzaron mucho en su capacidad de recaudación, se ubican en el 6% de presión tributaria total. Es una buena noticia desde la capacidad de las provincias para recaudar, pero también estos niveles tienen que hacer reflexionar sobre la competitividad empresaria. Es un problema de buscar equilibrio.
Otro tema es enfocar menos en las alícuotas y más en la base. Hay que ampliar la base, pensar en la evasión en el IVA, en el trabajo no registrado, éste es el desafío. Aumentar la alícuota es fácil, pero de esta manera se castiga a pequeñas y medianas empresas que, en algunos casos, no están formalizadas porque no tienen capacidad cuando recién nacen. Hay que mirar el tema con inteligencia y sintonía fina.
P: Los sindicatos sostienen que el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias sigue desactualizado. ¿Cuál es su opinión?
A.A.: Este tema hay que verlo en un concepto más general. Nuestras conducciones políticas, sindicales, económicas han equivocado, han confundido el enfoque. Se dice que no puede haber impuesto al trabajo, cuando en todos los países se paga el impuesto a las ganancias. El problema es que en la Argentina se buscó la solución fácil de subir los mínimos no imponibles y no modificar las escalas. Sueldos de $20.000 ya entran a escalas de tributación gigantesca. Entonces, antes que subir el mínimo, se trataba de bajar las alícuotas. Hubo una desarticulación de la lógica del impuesto a las ganancias, que debía ir subiendo el mínimo no imponible sistemáticamente, que ha destruido la lógica del impuesto. Habría que revisarlo. Coincido con que no paguen los sueldos de menos de $15.000, pero desde ahí las alícuotas deberían ser menores, para que tenga un efecto progresivo. Al no adecuarse las alícuotas, se está perdiendo progresividad, cuando debería tenerla. Otro tema central es la inflación, que empieza en el bolsillo y termina en la cabeza. Desarticula y desvirtúa todos los sistemas, incluso el sistema impositivo. Con inflaciones del 25% anual cualquier sistema impositivo hace agua. El efecto de la inflación se da sobre el sistema económico, y como el sistema tributario es de alta sensibilidad, genera una rispidez sistemática que no tiene soluciones, o son heroicas, porque hay que revisarlas cada seis meses.
P.: ¿Se necesitaba un segundo blanqueo?
A.A.: Soy un enemigo conocido de los blanqueos, me opuse al primero y al segundo. Es defraudar al cumplidor, destruir la cultura tributaria, es una señal de des institucionalización que nos va a costar mucho recomponer, porque será muy difícil recuperar la confianza de la gente para que sienta que se respeta al que paga en tiempo y forma. Fue una decisión oportunista. El primer blanqueo incluyó un indulto de denuncias penales. Soy enemigo de blanqueos y moratorias.
P.: ¿Los empresarios son responsables del empleo en negro?
A.A.: Hay un responsabilidad compartida de empresas y sindicatos. Son socios, interlocutores necesarios y obligados, y el mundo del trabajo es clave porque ahí se genera el empleo, que es dignidad, innovación y también progreso material. Si no podemos tener un esquema inclusivo para que aumente el trabajo registrado, vamos a tener problemas. Escuché ideas de proyectos del gobierno para dar soluciones a las pequeñas empresas. Está bien, porque ahí está el mayor problema, que se da en firmas de cinco o diez empleados. Ahí sí debe haber un mecanismo de promoción, con subsidios hasta que estas empresas tengan pies más firmes. Y después avanzar con un círculo virtuoso que vaya integrando. Es como trata de hacer con el monotributista que termina siendo un contribuyente de ganancias y de IVA. Tiene que haber proactividad de empresas y trabajadores: son más afiliados para sindicatos y más personas que se suman al mundo del trabajo. Son decisiones donde todos ganan.
P.: ¿El Estado, como empleado, es parte del problema?
A.A.: El Estado está realizando contratos laborales de relación de dependencia disfrazada de monotributistas, a través de universidades, una situación que genera un pasivo patrimonial gigantesco. Es otro tema a resolver. Con el tema del trabajo no registrado hay responsabilidades públicas, empresarias y sindicales. Es un buen espacio para hacer ejercicios de proactividad y generar condiciones que impacten no sólo en la competitividad económica, sino también en la competitividad social. No podemos permitir que haya gente que no tenga seguridad social, jubilación u obra social.
P.: ¿Como debería hacerse?
A.A.: En el Estado hay gente idónea que fue desplazada. Cuando yo fui a la AFIP no llevé a nadie. Ya estaba la capacidad instalada. Hay una masa crítica muy seria, que se puede poner en marcha rápidamente.
Atacar la inflación (subtitulo)
P.: ¿Cómo ve la situación del país?
A.A.: Difícil. El cepo habla de un agotamiento de la caja en dólares. Y el déficit fiscal está aumentando, lo que habla del agotamiento de la caja en pesos. Yo comparo dos estrellas del modelo: derechos de exportación y subsidios. En 2007 los subsidios eran el 70% de los derechos de exportación. En 2012 los subsidios fueron el 160%. Necesito todos los derechos más un 60% extra solo para financiar los subsidios.
P.: ¿Qué quedó del modelo?
A.A.: Quedó muy poco. Porque se basaba en los superávit gemelos, en un tipo de cambio competitivo e inflación controlada. Hoy el balance comercial está jaqueado por problemas en la matriz energética, el balance fiscal ya es deficitario y el tipo de cambio dejó de ser competitivo.
P.: ¿Cómo se resuelven estos problemas?
A.A.: Hay que sincerar los problemas, concensuar soluciones y prever que el costo no lo paguen los que tienen menos. Esto es lo básico. El sistema hay que revisarlo.
P.: ¿Se tomarán medidas después de las elecciones?
A.A.: No sé, es muy difícil, cada vez que pensé lo que iba a hacer el gobierno, pasaron cosas distintas. No puedo ponerme en sus zapatos. No soy capaz de predecir los comportamientos del gobierno.
P.: ¿Qué hay que hacer?
A.A.: Sincerar las cosas, combatir la inflación. Los problemas no se resolverán en un año, hay que hacer un programa de tres o cuatro años, confluir la inflación con la emisión monetaria y las remuneraciones, para lograr un sistema que sea estable. Este está perdiendo viabilidad. Además hay que aumentar la productividad. Hay varios sectores con capacidad de respuesta muy rápida, como el campo, que con algunos acuerdos de niveles de producción versus bajas en las retenciones pueden traer un efecto rápido, que es multiplicador para toda la economía. Además, falta un mecanismo de integración social y acuerdos estratégicos con países limítrofes. Y explorar otras áreas de actividad donde Argentina es muy creativa, como servicios, software, publicidad, diseño. Hay un mundo que está esperando y hacia ahí el país debe ir. Pero primero hay que aceptar los problemas para encarar una solución.
P.: ¿Cómo se puede mejorar la gestión pública?
A.A.: Faltan mecanismos de mérito para el reclutamiento en el sector público. El Estado es una organización muy compleja, hacen falta recursos humanos que tengan capacitación, vocación y formación, no pueden entrar por amistad, lazos familiares o porque piensan como yo. El reclutamiento tiene que ser claro y transparente, porque los simples no pueden manejar lo complejo. Cuando el Estado no tiene capacidad de control, se da el problema que los gestores públicos no tienen las competencias necesarias. El sector privado también tiene responsabilidad, porque los empresarios no forman a sus hijos para ir al sector público, sino para grandes multinacionales, bancos, etcétera. Comprometámonos a que quienes nos van a regular tengan una capacitación acorde a responsabilidades.
Con la mera repetición del pasado no tenemos futuro. Las dirigencias tienen claro el rol del Estado, y me remito a la crisis de 2008: los Estados fueron los que salieron a sacar las papas del fuego. ¿Quién va a pagar? Los contribuyentes. Tengamos claro cómo son las cosas. Tiene que haber una escuela de gobierno, estable en el tiempo, seria, sistemática. Están las experiencias de Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil. Hay una cultura de lo público que hasta que no la rescatemos, no podemos quejarnos. Cuando hablamos de institucionalidad hablamos de eso, no de cosas abstractas.
/ fuente: ambito.com