08 ENE 2015 Se llama León Valencia, pero durante 20 años combatió como alias “Gonzalo” en la selva colombiana bajo las órdenes del Ejército de Liberación Nacional. Dejó las armas en 1994 y pronto se convirtió en un polémico referente intelectual. Sus críticos no le perdonan su pasado. Sus seguidores destacan su incasable búsqueda de la paz. Investiga desde la Fundación Pares la estrecha relación entre políticos y grupos armados ilegales, lo que le ha costado un frustrado atentado en 2013.
“La Argentina se ha convertido en un paraíso para los mafiosos”, sostiene Valencia en una entrevista con LA NACION en las modernas oficinas de su fundación en la capital colombiana. Se toma tres segundos ante cada pregunta para responder con total seguridad. “Los colombianos le llevan mucha ventaja a las fuerzas de seguridad argentinas”, asegura. Pide que el Gobierno acepte cooperación de Estados Unidos. Y sentencia que, a pesar del crecimiento del narcotráfico, “la Argentina nunca se convertirá en Colombia”.
– ¿Por qué?
– Es muy difícil, porque nuestro país es especial. Es un lugar donde se produce cocaína de alta calidad, también marihuana y hasta podemos hacer heroína. Esa es la principal diferencia con la Argentina, que es un país estacionario. La segunda diferencia es que sufrimos un conflicto armado que generó una serie de ilegalidades. Definitivamente no podrá la Argentina convertirse nunca en la nueva Colombia.
– ¿Qué lugar ocupa la Argentina ahora en las rutas del narcotráfico?
– La estrategia ha cambiado en los últimos años. Antes, el tráfico se ejecutaba hacia Estados Unidos y Europa. Ahora está creciendo el consumo hacia el Sur, entonces el tráfico gira hacia Brasil y Argentina para luego migrar hacia África. La Argentina se ha convertido en un lugar de paso de mafias.
– ¿Por qué creció el tráfico de drogas en la Argentina en la última década?
– Son factores políticos, tecnológicos y sociales. La Argentina es un país de fuertes clases medias. Es muy vulnerable porque es un lugar de altos niveles de consumo por su configuración social. Está disputando el segundo (junto a Brasil), que antes ocupaba España. Por otro lado, las tecnologías permiten que cualquier lugar se transforme en un sitio de procesamiento porque es una actividad que puede realizarse a nivel urbano, en una casa por ejemplo.
– ¿Es imposible pensar en este crecimiento sin un aval político?
– Imposible. La Argentina no se salva de un fenómeno que sufre toda la región. La ligazón entre cocaína y política afecta directamente a la democracia. Hay una tendencia de los políticos a engancharse con los mafiosos y, por otro lado, los narcotraficantes logran una cobertura con la política.
– Pero es difícil detectar casos concretos…
– En Colombia, por ejemplo, casi el 50% de los legisladores (128 diputados) están vinculados con procesos judiciales por relaciones con mafias. Lo mismo sucede con 12 gobernadores de los 32. En la Argentina es más complejo observar directamente este fenómeno.
– ¿Qué rol juegan los narcos colombianos en este cambio de ruta?
– El 70% de la cocaína se cultivaba, se procesaba y se exportaba desde acá [Colombia] entre 1999 y 2003. Pero eso ha mutado. Ahora los narcos colombianos aportan el know-how. Hay muchos indicios de sociedades con los cárteles mexicanos para el tráfico y también de que han fomentado la producción en Perú y Bolivia. Las mafias colombianas también pueden dar clases sobre la relación con la política. Y ahí, en la Argentina, tienen al principal genio en esta materia: “Mi Sangre” [Henry López de Jesús Londoño ].
– ¿Cuál era su función mientras estuvo en Colombia?
– “Mi Sangre” era el encargado de tejer toda la relación política en Medellín. Tiene en su cabeza cómo se articulaba la política y el crimen en Medellín. Contactos con todo el mundo. Era un mago. Tenía la doble capacidad de conocer el mundo gatillero y también el mundo de las corbatas.
– ¿Por qué Mi Sangre está ahora en la Argentina?
– Las mafias tienen dos techos. El primero, la acumulación de dinero. Se vuelve un problema si no hay capacidad de blanquearlos y entonces comienzan la búsqueda de procesos de legalización. El otro punto es la disputa violenta. Llega un momento en que te conviertes en el objetivo de todos, del Estado y de otros mafiosos. Mi Sangre sale huyendo de aquí porque pensaba que lo iban a matar.
– ¿Qué beneficios tiene para un mafioso venir a la Argentina?
– Buenos Aires es un paraíso para “Mi Sangre” y para los mafiosos colombianos. Le lleva mucha ventaja a las fuerzas de seguridad argentinas. Mucha ventaja. Está acostumbrado a otra exigencia, con el ejército de Colombia que está preparado por los gringos. Además, ha buscado un lugar tranquilo, con garantías judiciales.
– ¿Cómo se puede mejorar el rendimiento de las fuerzas de seguridad argentinas?
– En América latina se ha generado cierta resistencia a colaborar con Estados Unidos. Eso beneficia al crimen organizado porque los gringos son los que más saben de este tema. Aquí trabajamos directamente con ellos.
– El gobierno argentino ha impulsado una modificación del Código Procesal Penal para contener el crimen organizado extranjero. ¿Es una política acertada?
– No. El crimen se ha transnacionalizado. Hace falta entonces concretar la cooperación con Estados Unidos. Otro tema importante para detener este fenómeno es la reacción social. Hasta que no haya una reacción social muy fuerte en contra de los mafiosos… Lo que sucede en Rosario es un buen ejemplo: las mafias latinoamericanas no tiene un “frena aquí”. La gente tiene que dejar en claro que no hay resistencia para crímenes como los que ocurren en Rosario.
– ¿Se puede esperar una reacción social si el personaje de Pablo Escobar genera simpatía en una serie televisiva?
– Esa serie cuenta unas realidades y unas verdades. El espíritu mafioso es supremamente atractivo. El actor que hace Pablo es impresionante. Logra un nivel de simpatía con en el televidiente porque es más complejo que el resto. Fíjate que hasta los políticos más destacados están caracterizados como una banda de tontos sin carisma que no inspiran nada.
– Durante el proceso para capturar a López de Jesús Londoño se ha detectado que miembros de la inteligencia colombiana trabajaban en Buenos Aires sin permiso de las autoridades locales. ¿Puede esto seguir ocurriendo?
– Hemos adquirido una mala práctica con (Álvaro) Uribe. Como tenía relaciones tensas con otros gobiernos de la región entonces comenzaron a infiltrarse en distintos países como Venezuela, Ecuador. Esa mala práctica pervive en los organismos de inteligencia colombianos. “.
/lanacion.com.ar