01-OCT-2013
- El sector extrema sus controles de calidad y pide mayores poderes a Bruselas
- La sociedad les exige respuestas y transparencia
El bien más valioso de una firma de auditoría es el silencio. Si entran en cualquiera de las oficinas repartidas por medio mundo de una big four(Deloitte, KPMG, Ernst & Young y PwC), lo sentirán. En verano apenas se nota el aire acondicionado, y en invierno, como mucho, un rumor de zapatos. En los pasillos, las conversaciones suenan amortiguadas. Los clientes saben que también compran discreción. Es un andar de puntillas que se transmite incluso a esta pieza. De las 10 voces que recogen estas líneas, solo la mitad han querido identificarse.
Uno de ellos es Germán de la Fuente, director de auditoría, riesgos y transacciones de Deloitte, firma que avaló en 2010 (posteriormente se negaría a firmar las de 2012) las cuentas de Bankia, cuya salida a Bolsa investiga la Audiencia Nacional. “Se hizo un trabajo extraordinario y dimos confianza. Fue una auditoría de calidad”, apunta rotundo.
Son las 9.40 y la conversación tiene lugar en una de las plantas nobles de la madrileña Torre Picasso (donde se encuentran las oficinas centrales de Deloitte). En concreto, la 43ª. A tanta altura, o distancia, como muchos ciudadanos ven a las auditoras de la realidad que ellos viven. A veces es un alejamiento injusto. Pues aseguran que trabajan con la información que les facilitan los administradores de las empresas, y suya es la responsabilidad de que sea de calidad. “El objetivo de una auditoría no es detectar fraudes”, analiza Germán de la Fuente, quien se muestra preocupado por esa imagen “distorsionada” que a veces le llega al ciudadano de su labor. “Lo malo de nuestro trabajo es que no se nota cuando lo hacemos bien”. Pero lo que sí siente es la trascendencia de su oficio. “Vendemos calidad, y cualquier error en la calidad es un daño a la marca”, repetirá varias veces el responsable de Deloitte durante la entrevista.
Pese a la crisis, los informes auditores reflejan cada vez menos dudas
Porque quizá no haya ninguna industria en el mundo que sea tan sensible a una noticia adversa o cuentas que generan dudas. Y en los últimos meses hemos asistido a varios ejemplos. Desde Bankia hasta Pescanova, pasando por las tribulaciones de la auditora BDO. Estos casos han hecho preguntarse a más de uno cómo es posible que en un ambiente de crisis tan fuerte los informes de auditoría reflejen menos salvedades. “Por miedo a perder el cliente, así de sencillo”, afirma un antiguo alto cargo de este sector. Al final, “la auditora lleva tantos años con el cliente que es rehén de sumanagement y difícilmente le cuestionará”, indica un abogado que trabaja en la cuadratura de las cuentas de Pescanova.
Para una auditora, un cliente como un gran banco cotizado supone al año decenas de millones de euros, y “¿cómo vas a emitir una salvedad?”, se pregunta un auditor que analiza a algunas de las principales empresas españolas. “Si el cliente se queja por un tema de opinión, te saca. Estás en una posición muy débil. Pues cada año te renueva o no”. Y este es uno de los problemas: el tiempo.
En España no existe límite temporal para esa relación entre auditora y cliente en comparación, por ejemplo, con Italia, donde la rotación resulta obligatoria cada ocho años en las cotizadas. O Francia, que exige dos auditores de casas distintas. Otro desafío es la crisis, que coloca a esta industria en nuestro país frente a un escenario nuevo. “Con la recesión se incrementan los riesgos y los auditores tienen que estar más pendientes”, reconocen en el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC).
En la industria admiten que con la crisis su labor se ha vuelto más complicada. Está aumentando el fraude en las empresas y como respuesta crece con fuerza el negocio de la auditoría forensic. En el que el auditor investiga desde las cuentas hasta los correos electrónicos de la empresa. “Lo cual”, admite un profesional del sector, “es una mala noticia. No somos detectives privados”.
Las empresas no renuevan el contrato si hay salvedades, explican los expertos
Pero la industria encara situaciones inéditas, que afectan tanto al negocio como a quien lo desarrolla. Primero, porque los auditores más jóvenes nunca han conocido una época como la actual, “y no se audita igual en recesión que sin ella”, advierte el responsable de auditoría de una gran firma. Por ello, “hay que formarles para que no den nada por asumido”. Y segundo, porque la crisis “garantiza que tendremos cada vez más tensión sobre las cuentas de resultados de las compañías, y el mercado apretará mucho. Además, el consejo tiene ligada a su retribución esos ingresos, con lo que crece el riesgo de dirigir el balance”.
Sobre tanta incertidumbre, la auditoría en España se enfrenta a un momento trascendente. “La sociedad exige cada vez más transparencia, lo vemos en la Monarquía, en las Cortes; y nuestro trabajo está muy vinculado a esta cualidad”, reflexiona Josep Pou, socio de auditoría de Mazars. Algunos analistas piensan que las auditoras han asumido pocas responsabilidades por lo ocurrido, como en el caso de los bancos y cajas que acabaron en el FROB.
Consciente de ello, el sector intenta tomar la delantera y ha pedido al Gobierno y a la Unión Europea ampliar sus poderes al revisar las cuentas de las compañías que fiscalizan. Quieren introducir advertencias sobre la evolución futura del negocio. “Una de las lecciones que deja la crisis es que a la velocidad a la que se requieren los datos y se toman las decisiones, la información financiera histórica no es suficiente. Tiene que ser más inmediata, global, completa”, dice Hilario Albarracín, socio responsable de auditoría de KPMG. Hace falta analizar los riesgos éticos y medioambientales o incorporar información sobre el modelo de negocio.
En el otro lado, el comisario europeo de Mercado Interior, Michel Barnier, intenta reducir la concentración que el sector tiene en torno a las big four e implantar un sistema de rotaciones para que unas auditoras controlen el trabajo de otras. Esto es el futuro. Hoy por hoy, las que se hallan más controladas son las responsabilidades frente a lo que firman y avalan. La Ley de Auditoría fija que responden de las cuentas de forma solidaria tanto el socio que las rubrica como la empresa auditora, describe Jesús Alfaro, catedrático de Derecho Mercantil en el bufete Linklaters. Lo cual resulta interesante porque reduce el riesgo para estos profesionales, ya que antes la responsabilidad alcanzaba a todos los socios de la firma. De hecho, en Estados Unidos solo la auditora es responsable, no quien audita las cuentas.
KPMG lo ha recordado esta semana en su piel. Un socio desleal, Scott I. London, de la oficina de Los Ángeles, reconocía haber filtrado durante un par de años información a un amigo (con el desconocimiento de la auditora) de dos clientes: Herbalife y Skechers. La reacción, fulminante, de KPMG fue despedir al extrabajador y renunciar a seguir auditando a las dos empresas. Según The New York Times, Scott I. London recibía los pagos por su información en sobres con 100 dólares, paquetes de 10.000 dólares, entradas para conciertos e incluso objetos de lujo, como un Rolex Cosmograph Daytona de 2011 valorado en 12.000 dólares. El generoso donante era Bryan Shaw, un joyero de Los Ángeles, quien, descubierto, le delató al Gobierno federal. Fuente: El Pais.