29 DIC 2014 Todos al piso!”, se escuchó, en voz trémula y agitada. La lluvia de piedras y huevos caía sobre el acoplado de un camión desde el cual Sergio Massa encabezaba una caravana proselitista por el corazón de La Matanza.
Aquel episodio, en plena cuenta regresiva para las elecciones de 2013, nubló de terror la recta final de la campaña. Detrás del ataque, en el que hasta hubo desafíos con armas de fuego, se levantó una intrincada trama de barras y políticos que suelen hacer acuerdos en el distrito más poblado de Buenos Aires. Los tratos se refuerzan cada vez que hay una elección. Y 2015 no será la excepción.
En noviembre pasado estalló por enésima vez la interna de la barra brava de Almirante Brown, uno de los clubes de mayor convocatoria de la zona. Esa vez hubo un muerto y cinco heridos graves en un enfrentamiento a tiros. La pelea no fue únicamente por la colonización de la tribuna.
La disputa a muerte es por los negocios que generaría ocupar ese lugar simbólico.
Cuando fue el ataque a Massa, sus voceros responsabilizaron a barrabravas de Almirante Brown. Hasta precisaron nombres propios: Jesús “Pucho” Carrizo. Hoy, en cambio, bajan el perfil y les apuntan “a segundas y terceras líneas del oficialismo”. Lo dice Miguel Saredi, uno de los precandidatos del massismo para gobernar la comuna el año que viene.
Saredi reconoce que los políticos en La Matanza recurren a las barras y no excluye a su actual partido, el Frente Renovador. “La hinchada de Almirante tiene hoy un vínculo más cercano con el oficialismo. Pero nosotros los conocemos. Uno puede canalizar esa relación para bien o para mal, como con los planes sociales. Nosotros hasta les ofrecimos trabajos en el Mercado Central”, dice a LA NACION el massista, que alguna vez integró el círculo íntimo del ex secretario de ComercioGuillermo Moreno .
La barra de Almirante Brown, fracturada hoy en tres sectores, trabajaría mayoritariamente para el intendente de La Matanza y aspirante a gobernador de Buenos Aires, Fernando Espinoza , según aseguran fuentes del club y del propio oficialismo. Los barras se encargarían de las pintadas y pegatinas, y musicalizarán con bombos y trompetas los actos. Espinoza y el sindicalista metalúrgico Carlos Gdansky, ambos referentes del PJ en el territorio, se involucran cada tanto en la vida de Almirante Brown a través de dirigentes de su confianza.
Sin embargo, esos lazos no son garantía de nada: la barra esta vez jugaría a dos puntas; prevé también negociar con el Frente Renovador a través del hermano de uno de los máximos operadores que tiene el massismo en la zona, quien, además, fue dirigente del club y ahora aspira a influir en la vida interna de River. Sería como dar el salto a las grandes ligas.
Lo que sucede en La Matanza es apenas un botón de muestra de las relaciones entre barras y políticos. Pasa en todos los municipios de la provincia de Buenos Aires: Merlo, Ituzaingó, Tigre, San Fernando, Vicente López, Morón, La Plata, Avellaneda… En todos. Hasta ocurre en Ezeiza, el distrito donde manda el ministro de Seguridad,Alejandro Granados .
“Gracias Alejandro”, rezaba hace algunas semanas la bandera que colgaba detrás del arco del estadio 20 de Octubre, en Ezeiza. El municipio se había paralizado por el partido de fútbol entre Tristán Suárez y Villa Dálmine, por un ascenso a la B Nacional. “El agradecimiento será siempre infinito para el hombre. Por haber llegado a la final, por haber transformado esto que era campo en asfalto. En Ezeiza, el hombre es el Maradona de la política”, exagera Karma, como se apoda el jefe de la barra brava de Tristán Suárez. “El hombre” es Granados, ex presidente de Tristán Suárez, que ahora es administrado por su hijo Gastón.
Karma fue uno de los impulsores de la agrupación Hinchadas Unidas Argentinas (HUA) cuando nació, de la mano del kirchnerismo. Entró y salió dos veces al Mundial de Brasil, a pesar de que su nombre figuraba en la lista de 2100 hinchas con acceso prohibido que entregó el Ministerio de Seguridad a la policía brasileña.
EL JEFE GRANADOS
Antes del Mundial, los referentes de HUA denunciaron que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) había favorecido a las barras de los clubes grandes en el reparto de las entradas para ir a Brasil. Aquel día, Karma estaba como uno de los voceros hasta que lo llamaron por teléfono. “Boludo, salí de enfrente de las cámaras que te va a ver el jefe.”
Pero Karma nunca tuvo inconvenientes en blanquear su vínculo. En las calles de Porto Alegre, en la víspera al partido de la Argentina-Nigeria, dio detalles sobre sus presuntos financistas: “El club nos dio las entradas para venir al Mundial por portarnos bien y no hacer ningún quilombo en el año. A esto lo arreglamos con el pibe [por Gastón, el presidente del club], Alejandro no tiene nada que ver”.
Desde el entorno del funcionario no desmienten los nexos. “Desde que asumió como ministro ya no va más a la cancha. Pero la relación trasciende a la barra: muchos trabajan en el municipio. Los ayuda como a cualquier otro vecino de Ezeiza”, argumenta a LA NACION un vocero de Granados, intendente con uso de licencia desde que, en 2013, Daniel Scioli lo convocó para hacerse cargo del Ministerio de Seguridad.
La alianza con los líderes de las hinchadas no es un asunto que salpique únicamente al Frente para la Victoria. O al massismo, como en los casos de La Matanza, Tigre y San Fernando. Pero fue el kirchnerismo el que gestó, en 2009, un acuerdo pionero que ubicó bajo un mismo techo a barras y políticos. Apadrinado por Rudy Ulloa Igor, íntimo amigo y ex chofer de Néstor Kirchner, el dirigente de Compromiso K Marcelo Mallo creó Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), que llevó a 235 barras al Mundial de Sudáfrica, al año siguiente.
El proyecto de Mallo contemplaba blanquear a los barras en los clubes y emplearlos a sueldo como “acomodadores en los estadios”. Además, escondía una intencionalidad netamente política: “Los muchachos pueden ser conductores sociales, transmisores de ideas para la comunidad y hasta fiscales en las elecciones”, planteaba Mallo. Ya alejado de la iniciativa de HUA, el dirigente dedica ahora su tiempo a una ONG que trabaja en las cárceles y mantiene activa su participación en el PJ bonaerense.
Los acuerdos entre funcionarios y barras se deciden en absoluta reserva o por vía de intermediarios. Dirigentes deportivos, políticos y sindicales son parte de una red de financiamiento que abastece a las barras bravas de los clubes argentinos.
/fuente: lanacion.com.ar