18 SEP 2015 Lucía tiene treinta. Es un poco joven para la estadística, pero su historia, sin embargo, encaja a la perfección. Arquitecta, hasta hace apenas unos días trabajaba en un banco, liderando proyectos de gerenciamiento de obra. Pero hace un año aprendió a tatuar. Y su vida cambió.
Todos fantasean en algún momento con patear el tablero. Llega una etapa de la vida laboral adulta, tanto de hombres como de mujeres, en que el trabajo puede volverse una carga. Así, la fantasía de instalar un bar en la playa o de robar un banco y huir a algún paraíso sin leyes de extradición se vuelve recurrente.
Pasamos dos tercios de nuestro tiempo trabajando. Una inversión demasiado onerosa para dedicársela a una actividad que convierte la rutina en calvario.
Las crisis vocacionales están más relacionadas con los jóvenes, con los que terminan la escuela y –universidad mediante, o no– buscan un rumbo. Las indecisiones, los fracasos académicos y los cambios de carrera no son inusuales en los menores de veinte. ¿Pero qué pasa con los adultos? ¿Puede una persona que se arrima vertiginosamente a la mitad de la vida replantearse la carrera?
La respuesta no solo es un “sí”. También es un “y tiene todo el derecho del mundo”.
La gran “U”
La crisis de la mediana edad es un fenómeno netamente urbano y de clase media, pero que –salvadas esas dos circunstancias– no reconoce fronteras. Según un estudio del profesor Andrew Oswald de la Universidad de Warwick, en 55 de 80 países analizados, la satisfacción de la gente con su propia vida, si fuera graficada en una curva, sería una gran letra “U”.
Los extremos de la U, los picos altos, representan algo tan abstracto como “la felicidad” (la pregunta que usaron los académicos de Warwick fue más precisa: “considerando el todo, qué tan satisfecho está usted con su vida en este momento”).
La “panza” de la U, el punto más bajo, es la famosa crisis “de los 40”, que en este siglo 21 de adolescencias extendidas, mejores estados físicos y mayor expectativa de vida, se ha desplazado hacia los 46. Una encuesta de Gallup publicada por la revista norteamericana Forbes, de hecho, ubica la etapa de mayor disconformidad entre fines de los 40 y principios de los 50.
El síndrome de la U “se trata de una curva en que la persona pasa de una sensación de felicidad típica de la edad joven, cuando todo está por descubrir, donde uno se cree invencible y capaz de alcanzar todos sus objetivos, a una etapa de dudas, insatisfacción, frustración y replanteos, donde se cuestiona el camino profesional elegido en la adolescencia y todos los logros obtenidos hasta entonces”, explica Natalia Tabak, licenciada en psicología y coach ontológica.
/fuente: infobae.com