28 ENE 2015.- Éste no ha sido exactamente el enero que algunos inversionistas esperaban para Argentina.
La notoria cláusula Rufo (por derechos sobre futuras ofertas) en contratos de deudas reestructuradas parece haber sido la cortina de humo que muchos habían advertido cuando el gobierno la citó como pretexto de no llegar a un acuerdo con los acreedores holdout el año pasado, provocando el incumplimiento argentino en julio.
A pesar del vencimiento de la cláusula Rufo el 31 de diciembre, todavía no hay señal de que se reanudarán las negociaciones con los acreedores holdout en el corto plazo ni siquiera de manera simbólica.
Sostener charlas, por simbólicas que sean, por lo menos ayudaría a mantener a raya a los inversionistas que amenazan exigir el pago inmediato de sus bonos reestructurados lo cual llevaría a una situación caótica y a otra reestructuración. Pero si la agotadora disputa de la Argentina con sus acreedores holdout ya había pasado recientemente a un segundo plano, la crisis política que se ha disparado con la misteriosa muerte del fiscal del Estado Alberto Nisman sólo va a rebajar el problema aún más en la lista de las prioridades del gobierno.
Los funcionarios se sentían bastante cómodos con el nivel de reservas de divisas de Argentina, gracias a la ayuda de China a través de un canje de divisas de u$s 11.000 millones, y otras medidas creativas. (El nivel de reservas es el indicador económico que verdaderamente preocupa a los funcionarios y se podría resolver negociando con los acreedores holdout, ya que esto eliminaría las barreras para pedir prestado en el extranjero.)
Ahora, el asunto Nisman ha cambiado las reglas del juego una vez más. Si los inversionistas ya estaban bastante preocupados con las tendencias populistas de la Presidenta Cristina Fernández, esto le animará a seguir en esa dirección. Y nunca ha habido una mejor cabeza de turco que los acreedores holdout.
Aún más preocupante para Fernández cuya obsesión con las encuestas de opinión es legendaria es qué impacto tendrá el suicidio o asesinato de Nisman sobre su popularidad y quizás hasta su control del poder.
En Argentina las crisis económicas desde la década de los 1970 siempre han tomado lugar bajo un presidente débil. Hasta ahora, a pesar de los terribles indicadores económicos, la impresionante fuerza política de Fernández después de siete años en el poder ha prevenido que una mala situación degenere en crisis. ¿Podría cambiar esto ahora?
Es demasiado pronto para decir. Todavía queda bastante evidencia por surgir de la investigación de la muerte de Nisman la cual podría o no incriminar al gobierno.
Pero una forma obvia de mantener al pueblo a su lado es que Fernández recurra a una política fiscal aún más floja que la que ya se esperaba con elecciones presidenciales en octubre.
Pudiera parecer extraño que los precios de los bonos realmente hayan subido un poco desde que se disparó la crisis política. Pero algo tan malo para Fernández es bueno para sus enemigos políticos. Los inversionistas confían que ellos cumplirán mejor con el trabajo de limpiar el berenjenal económico que el probable candidato del gobernante partido peronista, Daniel Scioli.
Mientras tanto, sin embargo, queda por verse si el gobierno es capaz de mantener más o menos estable el tipo de cambio. Los argentinos tienen la costumbre de dolarizar sus ahorros en la víspera de elecciones, lo cual pudiera ponerle más presión al peso. Mucho podría pasar entre ahora y octubre.
Fuente: cronista.com.ar