22 ENE 2015.- El economista Matías Tombolini publicó este comentario en El Cronista.
La noticia de la muerte del Fiscal Nisman conmociona e invita a reflexionar.
Perjudica fuertemente al Gobierno con lo cual me parece apresurado e irresponsable endilgar responsabilidades antes de tiempo.
Con la muerte de Nisman nuevamente se intenta poner en marcha una industria que parecía olvidada en nuestro país: el miedo.
Su fallecimiento nos desnuda como una sociedad carente de respuestas ante los hechos relevantes que involucran factores concretos de poder.
La deuda por la falta de justicia con los atentados de la Embajada de Israel y de AMIA no es propia de un Gobierno puntual sino de la democracia en general y de la justicia en particular.
Carlos Saúl (protegido en el Senado Nacional), Cavallo, De la Rúa, Boudou y hasta el motochorro se nos ríen en la cara ante el claro mensaje que deja la muerte de Nisman: acá van presos los perejiles.
Es una oportunidad histórica para reflexionar qué tipo de país le queremos dejar a nuestros hijos.
Allí la Justicia debería tener un protagonismo y eficiencia que hasta aquí no ha demostrado. Y los otros dos poderes de la República deberían garantizar su independencia.
Lo cierto es que los análisis respecto del deceso del fiscal y quien o quienes pudieron estar implicados son diversos.
Algunos parecen responder a la búsqueda de verdad y otros lamentablemente a la conveniencia política de quien esgrime el análisis.
La responsabilidad penal del crimen es una cosa. La responsabilidad relativa a la crisis política e institucional derivada del fallecimiento del fiscal es otra.
El Gobierno debería ser el encargado fundamental de intentar trasmitir aquello que nos permita suponer que encontraremos las repuestas que nos merecemos como sociedad.
La oposición y los medios (que no son la misma cosas aunque a veces si lo son) tienen la responsabilidad de contribuir en el sentido de la búsqueda de verdad, mas allá de sus intereses particulares.
Hasta aquí se han visto muy pocas actitudes de grandeza en dirección al objetivo primordial que debería ser: la verdad.
Sería importante escuchar alguna evaluación despojada de ataques y eternas autoreferencias por parte de nuestra presidenta. La de todos. La que hizo cosas muy buenas y otras muy malas.
Un posteo en Facebook, la declaraciones del Jefe de Gabinete y aun la positiva apertura de los archivos de Ex Side, no parecen suficientes.
La hipótesis que maneja o dejaría ver el Gobierno es que la muerte de Nisman responde a una sórdida interna de los servicios de inteligencia que buscan perjudicar al poder ejecutivo y por tanto a todos nosotros.
Si eso fuera así, entonces estamos ante una excelente oportunidad para que Cristina convoque al conjunto de las fuerzas políticas a fin de generar una evaluación de consenso, una postura fuerte contra el “miedo” y en defensa de la “democracia”.
No hacerlo y por el contrario fomentar el enfrentamiento desde uno y otro lado al tiempo que se guarda silencio salvo para postear en redes sociales deja, hasta aquí, un sabor amargo, un sabor a “nada”.
Los interrogantes que se pueden plantear en función del contenido de lo que ahora conocemos sobre la denuncia del fiscal es una discusión que debería darse por separado.
Resulta llamativo no reparar en el hecho único y puntual de la muerte del fiscal que tenia una fuerte acusación contra un Gobierno y apareció muerto en su baño. Aún si esa acusación fuera endeble, el deceso tiñe de sangre un contexto que de por sí era sumamente complicado.
El actor Ricardo Darín , resumió esto en un párrafo repleto de sentido común: “si un fiscal de la Nación que lleva adelante una causa de tamaña envergadura no tiene garantías sobre su vida y aparece muerto la noche anterior a su presentación en el Congreso ¿Qué podemos esperar el resto de los ciudadanos? No se entiende”.
Así las cosas si nos preguntamos cuáles pueden ser las consecuencias económicas de este tipo de hechos, podríamos intentar buscar la primera respuesta en la actitud oficial.
Qué clase de garantías le vamos a ofrecer a quien desee invertir en nuestro país, si desde el poder central nos dicen que el pueblo está a merced de lo que publica un grupo económico de medios o peor aún que esos intereses se conjugan con los de espías que operan en concordancia con estos.
Al momento de atraer las inversiones, si el mensaje es que el Estado esta amenazado por aquellos que están fuera de la ley y que son capaces de determinar el destino de nuestra Nación, y por lo tanto afectar los derechos de propiedad, el desafío será entonces mucho mas grande que el que conocíamos hasta ahora./ cronista.com.ar