07 MAY 2015.- La “vuelta” del Fondo Monetario Internacional a la primera plana de los diarios argentinos fue, paradójicamente, un bálsamo para el kirchnerismo.
El hit de 1986 “Estoy tocando fondo” -de Viuda e Hijas de Roque Enroll-, funcionó hace unos días como la cortina musical perfecta para la mañana radial de Víctor Hugo Morales, que le dedicó la mayor parte de su espacio a editorializar sobre la recomendación del FMI sobre devaluar el peso.
En la mañana de ese mismo jueves, los diarios oficialistas Página 12 y Tiempo Argentino le sacaron jugo al tema, al que se refirieron como “La misma cantilena de siempre”.
Luego, Alfredo Zaiat, el economista preferido de Cristina Kirchner, editorializó al respecto con el título “Plan Bomba”.
También el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, en su cadena informal de cada mañana jugó el juego preferido del kirchnerismo: el de crear el antagonismo entre el Gobierno defensor de los intereses nacionales y, en la vereda opuesta, el de los grupos aliados a intereses extranjeros.
“Mientras a nuestro país lo presida la doctora Cristina Fernández de Kirchner, está asegurado que no habrá situaciones de esas características”, señaló el funcionario.
Sus dichos hacían alusión a la recomendación que hizo el organismo internacional respecto decorregir el desajuste fiscal y de impulsar una suba del dólar para recuperar la competitividad perdida en manos de la alta inflación.
No recordó, claro, que durante la gestión de Cristina ya se produjeron dos saltos devaluatorios de importancia: el de 2009, cuando el tipo de cambio se deslizó un 30% en medio de la crisis financiera internacional, y el de enero de 2014, mes en el que el recién asumido ministro Axel Kicillof debió consentir que la cotización del billete saltara un 20%.
A esa altura, por supuesto, esos detalles se habían transformado en una nimiedad, porque lo que importaba era el regreso al primer plano del “villano favorito” de cualquier político argentino y latinoamericano.
Confrontar con el FMI es una de las cosas que más “garpa” en términos electorales. Y elkirchnerismo demostró que está perfectamente bien de reflejos como para no dejar pasar la oportunidad.
El propio Aníbal marcó la cancha inmediatamente, al incluir en el debate a Mauricio Macri y dar por asumido que el líder del PRO comparte el diagnóstico del organismo internacional.
“¿Ustedes se imaginan a Macri, representante de la derecha argentina, alguien que se animó a decir que había que escucharlo a Griesa y pagarle el dinero que le quieren robar a los argentinos lisa y llanamente, diciéndole no al FMI, que pretende que se hagan ajustes de toda naturaleza, fundamentalmente de los salarios?”, se preguntó el jefe de Gabinete.
Luego, la agencia de noticias Télam publicó una entrevista con Agustín D’Attelis, el más notorio de los economistas de “La Gran Makro”, quien argumentó que Macri será quien lleveadelante ese plan.
Para ello se basó en la opinión de la entidad respecto de que si ahora la Argentina estárecibiendo un mayor flujo de inversiones es, precisamente, a raíz de la expectativa que existe sobre una modificación en la gestión gubernamental una vez que pasen las elecciones.
En su visión, un cambio en dirección opuesta a la actual es visto con buenos ojos por el organismo, porque son las mismas políticas que está pidiendo.
“El discurso de algunos candidatos de la oposición es el mismo del Fondo. El Fondo dice recesión y ajuste porque no tiene asesores de campaña que le impidan decirlo”, agregó el economista.
Cambiando el eje del debate
Lo cierto es que este repentino cambio de eje en el debate político es una excelente oportunidad para el kirchnerismo, que viene de sufrir una saga de malas noticias, tanto en lo económico como en lo político:
- En las elecciones, una serie deresultados negativos en las primarias, en especial en distritos importantes como Mendoza, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires.
- En lo económico, con un conjunto deindicadores que contradice abiertamente el “relato”.
Por ejemplo, el mismo día del informe del FMI se conoció un reporte de la fundación FIEL que daba cuenta que la industria registró una caída de 4,5% en el primer trimestre respecto del año anterior.
Antes, habían circulado datos desalentadores sobre las ventas de autos, que acumulan unabaja de 23% en lo que va del 2015. A estos se sumaban la caída libre en las operaciones inmobiliarias, con un nivel de escrituraciones comparable a los de la crisis de 2002.
Y, mientras las paritarias se demoran o los aumentos se cuotifican -lo que hace que buena parte de la población siga sin poder actualizar sus salarios-, el consumo en supermercados y shopping centers sigue sin salir de su estancamiento.
La venta de ropa, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, apenas subió1,6% en comparación con marzo del año pasado, que ya de por sí había sido un mes muy malo en materia comercialización.
En estas condiciones y con todos estos datos sobre la mesa, no resultaba fácil -ni tampoco el timing era el ideal- para elaborar un discurso de campaña basado justamente en la defensa del “modelo”.
Las pocas buenas noticias que podía dar Cristina Kirchner quedaban circunscriptas alendeudamiento externo y a algunos anuncios de inversión industrial, pese a que estos últimos recién se concretarán cuando ella haya dejado su cargo.
Justo en ese momento de “pálidas” es que aparece el FMI con su recomendación de ajustar el gasto público y devaluar.
Ni al más inteligente y maquiavélico de los gurúes políticos se le habría ocurrido algo mejorpara revitalizar una campaña electoral alicaída.
El enemigo preferido
Cualquiera que tenga más de 30 años o que haya estudiado la historia argentina reciente sabrá que el FMI ha sido siempre un jugador protagónico en el debate político local.
Cada vez que una comitiva de funcionarios llegaba a Ezeiza para una revisión técnica de las cuentas nacionales eso, de por sí, ya se transformaba en la noticia del día.
Así las cosas, la insignia “FMI” identificaba al villano preferido, no sólo de la izquierda “anti-imperialista” sino de todo el arco político local.
Enfrentarse a él, aunque más no fuera en el plano retórico, ha sido siempre redituable anivel electoral, mientras que mostrarse sumiso o en concordancia con sus recetas implicabaun lastre en términos de imagen.
Por cierto, el FMI hizo méritos para encarnar ese papel al haber enfatizado en reiteradas oportunidades las bondades de un ajuste fiscal.
Esto incluyó episodios irritantes, como el recordado reporte del año 2001 en el que los técnicos afirmaban que si la economía no retomaba el crecimiento -después de haber subido impuestos y rebajar salarios, en medio de un desempleo explosivo- era debido a una “peculiaridad psicológica” de los argentinos.
También es verdad que en varias oportunidades se lo tomaba como chivo expiatorio, al punto que se le han endilgado culpas que no tenía.
Por caso, el organismo era uno de los que más enfáticamente advertía sobre el riesgo de recesión que implicaba el insostenible “uno a uno” de Domingo Cavallo.
De todas formas, para la opinión pública argentina, está claro que el FMI está del lado de los culpables y ha encarnado el papel de villano en todas las crisis recientes.
Esto lo sabía bien Néstor Kirchner cuando, en diciembre de 2005, aprovechando el excelente momento de los precios agrícolas y las altas reservas en poder del Banco Central, canceló de un plumazo los casi u$s10.000 millones que el país adeudaba al organismo.
En aquel entonces, no tuvo ambigüedades en definir qué significaba esa cancelación al contado: para él, era el precio de la libertad. Con ese gesto, el Gobierno no necesitaba recibir misiones técnicas ni, mucho menos, firmar cartas de intención.
“El país será otro: tendrá soberanía política e independencia económica”, decía en un eufórico acto realizado en la Casa Rosada, donde la noticia se celebró como un auténtico hito independentista.
Christine Lagarde y su espaldarazo K
No se necesita ser politólogo ni gurú estrella de campañas electorales para entender que, en esta campaña, una de las peores cosas que le puede ocurrir a un candidato es que sus propuestas sean elogiadas por el FMI.
A la inversa, Cristina Kirchner resultó la más beneficiada por Christine Lagarde y sus muchachos.
Es que, desde ahora, cualquier crítica al desajuste fiscal -en un año en el que se proyecta que el déficit puede llegar al 7% del PBI- corre el riesgo de quedar defenestrada como una“receta del Fondo”.
Lo más curioso es que la recomendación del FMI no se aleja tanto de los principios económicos que caracterizaron a la primera fase del kirchnerismo, aquellas políticas que posibilitaron las “tasas chinas” de crecimiento entre 2003 y 2007.
En aquellos tiempos, que ahora parecen tan lejanos, se buscaba sustentar el crecimiento en base a dos pilares: un sólido superávit fiscal y un tipo de cambio muy alto, que actuara como protección nacional para la industria local y preservara el empleo.
A nadie se le habría ocurrido siquiera pensar en volver a un dólar atrasado como forma de defender el salario.
Menos aun, en agrandar el déficit fiscal para incentivar la producción.
Lo que pide el FMI en su polémico reporte es, paradójicamente, que se recuperen aquellosprincipios perdidos, al aconsejar “un tipo de cambio más débil y menos distorsiones económicas, para así volver a tener estabilidad y crecimiento”.
Pero, como saben los filósofos, a veces se ganan los debates no tanto por los argumentos que se ponen en juego sino por quién lo dice.
Y cuando el FMI recomienda algo, automáticamente ese consejo pasa a ser indeseable. Tanto que hasta el economista Aldo Ferrer salió a tomar distancia del organismo pese a ser un histórico enemigo del atraso cambiario.
“Las recomendaciones del FMI son inútiles“, apuntó el veterano analista. Y agregó, en una frase ampliamente difundida por la prensa oficialista: “Hay que aceptar que el FMI es incorregible”.
Más curioso fue el comentario de D’Attelis, uno de los economistas K de mayor presencia mediática: “Salió a recomendarnos devaluación y ajuste. Eternamente gracias Néstor por habernos sacado de encima a estos ignorantes”.
En realidad, fue el propio Kirchner quien, una década atrás, había impulsado un dólar alto, a contramano de lo que ocurría en el resto de la región, cuando todas las monedas nacionales se revaluaban.
De hecho, esto fue lo que en su momento motivó la salida de Alfonso Prat Gay del Banco Central.
En definitiva, el kirchnerismo vuelve a mostrar que nunca debe ser subestimado y que sucapacidad de acomodar el discurso es infinita.
Aun en un contexto en el cual las economías regionales sufren como en los ’90 y hasta los sojeros tienen problemas de rentabilidad, se las ingenió para que la devaluación sea hoy día elgran tabú de la campaña.
Y el FMI le dio el empujón que necesitaba./ iprofesional.com