20 Jul 2015.- El ex presidente Néstor Kirchner seguía con la precisión de un pequeño y mediano comerciante los números de la economía. Y había uno que particularmente lo hacía interactuar con el por entonces presidente del Banco Central: el nivel de las reservas. Desde ese momento y post salida de Martín Redrado de la entidad bancaria se sucedieron las versiones respecto de si el nivel de respaldo de la moneda es el adecuado y si los 33.846 millones de dólares del BCRA existen efectivamente.
La ubicación exacta del dinero suele resguardarse por una cuestión de seguridad, aunque la mayoría de los fondos se encuentra en el Banco Internacional de Pagos de Suiza y en Francia, pero lo que sí puede conocerse en detalle es cómo fue cambiando esa composición. A tal punto que las reservas del Central son en la Argentina un dato de la vida cotidiana, casi como el rating o la cotización del dólar.
“Estamos mal. Se ve en las empresas que necesitan importar insumos para poder producir y no consiguen los dólares necesarios”, afirma Redrado en diálogo con LA NACION. Y es aún más crítico: “Después de haber manoteado durante cuatro años las arcas del Central, es claro que no hay dólares suficientes para mover la industria. Es la profecía autocumplida”.
El ejemplo que propone para explicar lo que sucede es más que gráfico: cuando uno está sano, siempre intenta tener una reserva para los momentos de enfermedad, pero si ese remedio se utiliza todos los días, termina perdiendo el efecto de cura.
“Las políticas que hoy se aplican son malas. Hay más pesos de los que los argentinos queremos tener en nuestro bolsillo y, a su vez, tenemos mucha cosmética”, agrega. Aquí aparece uno de los puntos técnicos que suelen ser parte del debate actual. Juan Pablo Ronderos, gerente de Desarrollo de Negocios de Abeceb, admite que “hay cierto deterioro del balance del Central, pero también hay una exageración del mito de un banco flaco y deteriorado”. Para el analista, las reservas están y lo que hay que seguir muy de cerca es la composición: hoy tienen un peso más grande los swaps con yuanes o euros que tarde o temprano habrá que devolver, las importaciones ingresadas y no pagadas por compañías que acumulan pasivos con sus matrices y los pagos de intereses de bonos que no se pudieron efectivizar por el fallo del juez Thomas Griesa.
En números, se deben descontar unos US$ 8000 millones del swap con China -la figura más clara es la de dinero alquilado- y unos US$ 7000 millones de encajes. Es decir, como reserva de fondos que son de los depositantes y quedan bajo resguardo del Central. De ahí que cuando los ahorristas empiezan a sacar sus verdes billetes, el último mostrador al que se le termina demandando el dinero es el BCRA y se produce una reducción en las reservas .
También hay que descontar unos US$ 1500 millones de intereses del bono Discount y otros impagos varados por el juez estadounidense. Así se explica la brecha entre los US$ 33.846 que se anuncian habitualmente y los US$ 17.346 millones que se anotan como de libre disponibilidad.
El número oficial muestra un estadio distinto. En lo que va del año, las reservas crecieron en unos US$ 3700 millones, principalmente por el acuerdo con China y también por el ingreso de los dólares del 4G. “Suben las reservas brutas, pero las netas caen”, dice Hernán Lacunza, ex gerente general del Banco Central.
“En un país normal la gente no mira las reservas, en la Argentina sí”, ironiza Ronderos de Abeceb. Y agrega: “Las reservas son el reflejo del cepo. Si el cerrojo está menos fuerte o se suaviza, su temperatura varía”. Por otra parte, la cuenta regresiva comenzó. En octubre no sólo habrá elecciones, sino también dos vencimientos de deuda que apuntan a aspirar al menos US$ 7211 millones de las reservas actuales. Es decir, un 21% de los US$ 33.846 millones que hoy acusan las arcas del Central.
El Boden 2015 a nivel nacional y el BP15 de la provincia de Buenos Aires se llevarán US$ 6101 millones y US$ 1110 millones, respectivamente. El dato no es menor. “Seguramente haya novedades en el corto plazo para evitar vencimientos tan importantes con alguna renegociación en marcha”, sostiene un analista del sector.
Sin embargo, para ver la película completa de la entidad monetaria no basta con mirar las reservas. El desendeudamiento externo tiene un correlato inverso con el mayor endeudamiento del sector público con el Banco Central. En 2003 era del 10% de los activos; en 2011, del 45%, y la estimación para este año es del 65%. Léase, que más de la mitad del activo del Central es deuda del Tesoro.
“Si esos activos basura se los restás del activo al Central, el patrimonio neto del banco es negativo”, se lamenta Lacunza. Un 30% son letras intransferibles, 22% son adelantos transitorios y 3% son bonos con cotización de mercado. Las letras son por tomar dólares del Central para pagar deuda y, muy probablemente, terminarán siendo refinanciadas. Lacunza cree que no se terminarán pagando y por eso las llama “pagadiós del Tesoro”. Y concluye: “Son pagarés que se dan a una tasa cercana a cero y con un stock que viene creciendo: casi duplican las reservas propias del Central”.
“Financiarse a tasas bajas a nivel local y no internacional, y hacerlo además vía inflación, es lo que descapitaliza al Central”, agrega un economista desde el off. En paralelo, la emisión monetaria es otro comodín para financiar la fiesta de consumo. Al menos en el corto plazo./lanacion.com.ar