El nepotismo permanentemente está presente en la sociedad argentina, desde los aspectos más pequeños hasta los casos más renombrados. Por supuesto que genera indignación y siempre nos sorprende, pero no por ello está cerca de solucionarse. Genera indignación por partida doble: por el que llega sin méritos y por el que se queda afuera a pesar de tenerlos.
El historiador Carlos Páez de la Torre (H) cuenta de un caso que data de 1.817, cuando Santiago del Estero y Catamarca dependían de nuestra provincia. El gobernador de Tucumán en ese momento, Feliciano de Mota Botello, ofició al Cabildo de Catamarca, que estaba a punto de elegir un alcalde de primer voto, cargo que encontraba vacante. Mota Botello sugería a esa corporación que la vacante se llenara con “persona que no tenga parentesco afín ni sanguíneo con el teniente de gobernador”, que en ese momento era don Nicolás Avellaneda y Tula. Esto, decía Mota Botello, “a causa de los celos que motiva esta circunstancia en el resto de los ciudadanos, que ven refundidos los empleos en una sola familia, y el agravio que se infiere a los beneméritos que se posponen”.
Han pasado 200 años, dos siglos y las condiciones cada vez son más contrarias a los méritos.
Pero no hace falta trasladarse mil kilómetros hasta la región cuyana, ante el reciente caso del ex Vicepresidente Julio Cobos, para encontrar ejemplos, los vemos a diarios, en las oficinas públicas y los nombramientos cercanos.
Dos siglos han pasado desde que Mota Bello criticara el nepotismo en la región, tan solo dos meses desde que las denuncias por lo mismo se generaran en Tucumán quedando en la nada misma. Pero no acaba en nombramientos, sino también se traslada a los beneficios. Hoy, empresas ligadas a familiares de funcionarios prestan servicios a oficinas públicas o son beneficiadas con pautas publicitarias.
Podemos irnos a la semana pasada, al año anterior o a comienzos de siglo y siempre estará allí presente, atacando los méritos y llenándonos de dudas.