29-ENE-2014 Néstor Kirchner habría insultado en voz alta. Sin dudas, porque si había una figura a la que solía dedicarle sus maldiciones ése era monseñor Jorge Bergoglio. “Ese me quiere voltear”, decía riéndose cuando le preguntaban. “Ese es el jefe de la oposición”, los pinchaba a los kirchneristas que tenían opiniones mucho más benévolas del hombre que se iba a a convertir en el Papa Francisco. El santacruceño lo tenía entre ceja y ceja. Encima amigo de Mauricio Macri y de Gabriela Michetti. Kirchner no dudaba en calificarlo de conservador y lo imaginaba siempre a Bergoglio encabezando una conspiración que nunca se produjo.
Pero la vida tiene caminos misteriosos, dice una de las metáforas preferidas de la filosofía cristiana. Y allí está hoy Bergoglio, al que el planeta llama Francisco, generando asombros y cosechando medallas impensadas entre los poderosos del mundo. Ayer volvió a conmover las redes sociales cuando se difundió la imagen de la revista Rolling Stone con su fotografía. Un Papa sonriente, que saluda con la mano derecha, ilustra la portada del magazine que hace medio siglo se dedica a contar la evolución de la cultura rock a través de sus protagonistas.
Francisco preside la edición estadounidense de Rolling Stone que acostumbra a tener allí a las estrellas de una industria global tan potente como la Coca Cola o los Marines. Podrían haber sido Stevie Wonder o Lady Gaga los homenajeados. Podrían haber sido Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, o Jeff Bezos, el CEO de Amazon que se compró el Washington Post. Podría haber sido Barack Obama, el presidente negro que tuvo su edición especial al ser reelecto. Pero no. Fue este Papa argentino nacido en Flores que toma mate temprano, que llama por teléfono a Buenos Aires a las horas más inesperadas y mira por TV en las trasnoches de Roma los partidos de San Lorenzo.
Pero son otros símbolos los que han llevado al sorprendente Francisco a la tapa de Rolling Stone. Los que aprecia la cultura progresista de ese gran sector de la sociedad norteamericana que se define como liberal. Artistas, intelectuales, líderes tecnos, jóvenes, ambientalistas, defensores de los derechos de las minorías. A ese público cautivo de la revista apunta la imagen del Papa que cambió el Palacio por la casa de Huéspedes de El Vaticano. Al Pontífice que anda en un Ford Focus en vez de usar la limousine con chofer que tenía asignada. El que inició investigaciones para acabar con la corrupción dentro de la Santa Sede, el que dijo ”¿quién soy yo para juzgar a los homosexuales?” y el que busca asistencia para las víctimas de los casos de pedofilia que empañaron la imagen de la Iglesia.
Que la dirigente ultraconservadora y ex candidata republicana a vicepresidenta, Sarah Palin, haya definido a Francisco como ”una especie de liberal” es un argumento al que Rolling Stone no podía ser indiferente. Así lo cuenta el periodista Mark Binelli, el editor que la revista envió a Roma para escribir el artículo que saldrá publicado el viernes. No es casual que la asistencia a las ceremonias en la plaza San Pedro haya aumentado en 6,6 millones de personas. Que 1,7 millones lo busquen cada mes en Google y que la oficina de prensa de El Vaticano haya difundido una imagen suya caricaturizado como un Superman con sotana blanca.
La sonrisa de Francisco emerge gigante en Rolling Stone y, tímidamente al costado, se dejan leer muy pequeños los nombres de Sting y de Paul Simon, como si fueran hechos menores de la cultura que irrumpió en los locos años sesenta después del terremoto de los Beatles, los hippies, el antibelicismo y la revolución sexual. El título es perfecto. “The Times They Are A-Changin”, aquella canción himno de Bob Dylan que reza: “El orden está/rápidamente desapareciendo. Y los primeros ahora/Serán los últimos después/Porque los tiempos estan cambiando“.
Mientras el fenómeno planetario llamado The Pope Francis arrasaba en las redes sociales, la foto de Cristina Kirchner junto al anciano Fidel Castro en La Habana congelaban una postal retro de un sistema político y económico que mostró en sus primeros tiempos algunas conquistas sociales pero que se fue consumiendo con los años de bloqueo estadounidense, con los años de feroces contradicciones y con los años sin libertades.
Allí está nuestro Papa hoy. En el centro del planeta. Resulta extraño ver a un sacerdote argentino como una figura tan popular. Todavía nos cuesta acostumbrarnos. Ni siquiera se agita demasiado ese ego criollo tan fácil de convencer acerca del destino triunfal que le aguarda a la Argentina. Quizás cuando nos visite terminaremos de cerrar el círculo de pertenencia con Francisco. Los tiempos están cambiando, nos recuerda Dylan. Y es hora de que empecemos a darnos cuenta.
Fuente: Cronista.com