18 julio 2016.- Las necesidades de mejorar la imagen política y calmar el descontento social por la elevada inflación que derivó del tarifazo y la devaluación, sumado a que las subas salariales pactadas para este año se cerraron por debajo del ritmo de incremento de los precios, llevaron a que el gasto público se acelere a tasas impensadas para la gestión macrista: entre el 29 de mayo y el 3 de julio pegó un salto que lo llevó a una expansión de 68% en la comparación con igual período del año pasado, teniendo en cuenta las erogaciones totales devengadas.
De esta manera, los planes de reducción de déficit fiscal para este año van quedando atrás y hasta estiman que al medirlo como porcentaje del PBI cerrará por arriba del 2015, último año de la gestión kirchnerista.
Hasta mayo, la decisión de política económica era la de una reducción del gasto público, tanto en el relato como en los números. En el acumulado con corte el 29 de mayo, el gasto público creció a un ritmo de 15,8%, según números calculados por el Estudio Broda en base a datos oficiales de la oficina de presupuesto que depende del Ministerio de Hacienda y Finanzas.
Sin embargo, al tomar en cuenta hasta los primeros días de julio, pegó un salto fuerte y llegó a un 29,3%. Sin embargo, al poner la lupa sólo entre el 29 de mayo y el 3 de julio, la expansión se disparó hasta un 68%.
“Desde mayo se observa un cambio. Luego de las medidas de principio de año, que golpearon el bolsillo, ahora hay una política fiscal más expansiva y una monetaria menos contractiva”, sostuvo la economista Andrea Broda. Al calcular exclusivamente entre el 12 de junio y el 10 de julio se ve una pequeña desaceleración, a un ritmo de 40% en el gasto, pero aún muy por encima de los primeros meses del año.
El viraje hacia una política menos ortodoxa tiene sus razones: la necesidad de mejorar la imagen del Gobierno en vistas de las elecciones legislativas de 2017. “Primero se aceleraron los subsidios sociales, luego la licitación de obra pública, llenar bolsillos de jubilados a toda orquesta y dar a los gobernadores el 15% de la coparticipación. Todo es pro-empuje de la demanda doméstica”, enumeró Broda.
También los números de FyE Consult dan cuenta de este fuerte incremento: mientras en los primero cuatro meses el gasto total creció a un 14,5%, desde el 3 de mayo al 10 de julio lo hizo a un 59,3%. “Este mayor ritmo de ejecución del gasto está obedeciendo a mayores transferencias a las provincias y al sector privado (se aceleró de 8% a 68% interanual), a la decisión de reactivar la obra pública (de 4,5% a 30,5%), y a una paulatina normalización de las erogaciones de consumo (de una disminución de 9,4% se desaceleró a una baja de 1,1%)”, detalla Hernán Hirsch.
La decisión de pisar acelerador en el gasto no está teniendo su contrapartida, en el mismo sentido, en los ingresos. La recaudación está creciendo a un ritmo significativamente menor. Entre el 12 de junio y el 10 de julio se expandió a un 22,6%, casi la mitad que las erogaciones.
De esta manera, llegar a meta de déficit primario de 4,8% para este año empieza a ser puesto en duda. En sí, los números del PBI revisado dan un margen mayor para lograrlo ya el PBI nominal (esto es, a precios corrientes) arroja una cifra más elevada por el impacto de los precios. Sin embargo, también siguiendo esta nueva manera de contabilizar la economía según el Indec, el déficit primario del año pasado fue menor al informado por el Gobierno.
“Más allá de lograr o no el 4,8% fijado para este año, lo que seguro no se va a dar es una reducción del déficit primario. Mientras que en 2015, con el PBI revisado fue de un 4% del producto, para 2016 va a crecer en torno a 1 punto porcentual”, estimó Broda.
Los números de FyE Consult no contradicen esta estimación. “La dinámica de deterioro fiscal se mantendrá en el año, con un déficit primario que se estará elevando de 4% a 4,7% del PBI entre 2015 y 2016, siendo inferior a la meta fiscal original (4,8% del PBI), pero superior a la meta oficial revisada por el nuevo PBI nominal (4,5% del PBI, no formalizada)”, vaticinan.
Un punto no menor es la emisión por parte del Banco Central. La autoridad monetaria se encuentra en una encrucijada ante la emisión de títulos en dólares por parte del Tesoro: al comprarle estas divisas, debe emitir como contrapartida los pesos. De no hacerlo, estos billetes entrarían en circulación al mercado de cambios y presionarían a la baja al valor del dólar, hecho que se traduciría en un mayor atraso cambiario, dada la elevada inflación, de un 47% interanual según el IPC de la Ciudad de Buenos Aires.
De todos modos, el BCRA busca esterilizar estos pesos con las licitaciones semanales de Lebacs. Sin embargo, de hacerlo, sube el déficit cuasifiscal (el stock de estos instrumentos creció un 73% en un año), y de no emitirlas, aumenta la circulación de los pesos, que no hace más que presionar más a la suba a la inflación.
Fuente: / cronista.com.ar