13 ENE 2015.- Durante una noche reciente, dos decenas de jóvenes en monopatines realizaron peligrosos saltos al interior de una vieja iglesia aquí, observados por un mosaico de Jesús y una solemne variedad de santos de piedra.
Este es el Centro de Patinaje Arnherm, una extraña reencarnación de la Iglesia de San José, que en su momento resonaba con las plegarias de casi 1.000 fieles.
Es una de cientos de iglesias cerradas o amenazadas por una cantidad cada vez menor de fieles, que plantean un dilema para comunidades, e incluso gobiernos, en toda Europa Occidental: ¿qué hacer con edificios en su momento sagrados y ahora vacíos que se pueden ver cada vez más en zonas rurales que van desde Gran Bretaña a Dinamarca?
El centro de patinaje quizás no dure mucho tiempo. La antigua iglesia tiene problemas de filtración de agua y necesita reparaciones urgentes; la ciudad les cobra los impuestos a los patinadores; y la iglesia católica, que aún es dueña del edificio, intenta venderlo a un precio que no pueden pagar.
“Estamos en tierra de nadie”, dice Collin Versteegh, el hombre de 46 años encargado del lugar. “No tenemos margen de maniobra”.
Los problemas del centro de patinaje se repiten en todo un continente que alimentó durante mucho tiempo al cristianismo pero que se está volviendo cada vez más secular.
El cierre de iglesias en Europa refleja el rápido debilitamiento de la fe en el continente, un fenómeno que es doloroso tanto para fieles como para otras personas que consideran a la religión como un factor unificador en una sociedad dispar.
“En estos pueblitos, tienes un café, una iglesia y un puñado de casas; y eso es todo”, dice Lilian Grootswagers, una activista que luchó para salvar la iglesia en su pueblo en Holanda. “Si la iglesia es abandonada, tendremos un enorme cambio en nuestro país”.
Las tendencias de otras religiones han sido diferentes a las del cristianismo. El judaísmo ortodoxo, que predomina en Europa, se ha mantenido relativamente estable. El islam, en tanto, ha crecido gracias a la inmigración desde países musulmanes de África y Medio Oriente.
La cantidad de musulmanes en Europa creció desde alrededor de 4,1% de la población europea total en 1990 a alrededor de 6% en 2010, y se proyecta que alcance 8%, o 58 millones de personas, para 2030, según el Pew Research Center, un centro de estudio con sede en Washington.
Para los cristianos, el cierre de una iglesia es un evento emotivo, incluso para algunas personas no religiosas. Cuando esto sucede, las localidades a menudo quieren recrear el sentimiento de centro de la comunidad y buscan usos importantes para esos edificios históricos. Pero mantener las propiedades suele ser costoso. Así que los proyectos comerciales suelen hacerse cargo del espacio.
Cifras sobre las iglesias cerradas en toda Europa son difíciles de encontrar, pero las de países individuales son reveladoras. La Iglesia de Inglaterra cierra unas 20 iglesias al año. Alrededor de 200 iglesias danesas fueron designadas no viables o poco usadas. La Iglesia Católica en Alemania cerró unas 515 iglesias en la última década.
Pero en Holanda es donde la tendencia parece estar más avanzada. Los líderes católicos del país estiman que dos tercios de sus 1.600 iglesias dejarán de funcionar en una década, y se prevé que 700 de las iglesias protestantes holandesas cierren en los próximos cuatro años.
Estados Unidos por ahora ha evitado una ola similar de cierres, ya que los cristianos en ese país siguen siendo más religiosos que los europeos. Pero investigadores religiosos sostienen que la cantidad en descenso de asistentes a misa en EE.UU. sugiere que el país podría enfrentar el mismo problema en los próximos años.
Muchas iglesias europeas han estado en el centro de sus comunidades desde hace décadas. Los residentes suelen tener lazos muy fuertes con ellas y se resisten a propuestas pragmáticas para convertirlas en tiendas u oficinas.
Versteegh considera que el centro de patinaje que administra es beneficioso para la ciudad, y agrega que protege el edificio además de darles a los jóvenes una forma de divertirse de forma constructiva. Pero asegura que los líderes católicos y municipales locales se niegan a financiarlo. Éstos contestan que les gusta el centro pero que no tienen fondos.
Cuando las comunidades se esfuerzan por reinventar sus viejas iglesias, algunas soluciones son menos distinguidas que otras. En Holanda, una antigua iglesia se convirtió en supermercado, otra es una floristería, una tercera es una librería y una cuarta un gimnasio. En Arnhem, una tienda de ropa femenina moderna llamada Humanoid ocupa el edificio de una iglesia que data de 1889.
En Bristol, Inglaterra, la antigua iglesia de San Pablo se convirtió en la escuela de circo Circomedia. Operadores dicen que los techos altos son perfectos para los equipos aéreos como trapecios.
En Edimburgo, Escocia, una iglesia luterana se convirtió en un bar ambientado en la historia de Frankenstein, con tubos de ensayo, láseres y un Frankenstein de tamaño real que desciende del techo a la medianoche.
Muchas iglesias, en especial las más pequeñas, se están convirtiendo en residencias privadas, y eso ha impulsado una industria para conectar a los potenciales compradores con iglesias viejas.
Las iglesias en desuso se han convertido en un problema lo suficientemente grande para atraer la atención de gobiernos. Holanda, junto con grupos religiosos y cívicos, adoptó una “agenda” nacional para preservar los edificios.
En Arnhem, el padre Hans Pauw, pastor de San Eusebio, confirma que la parroquia está intentando vender la iglesia, pero dice que sus líderes no tienen problema con que los patinadores la usen por ahora y que están hablando con un potencial comprador.
“Hay algunas cosas que no queremos: un casino o un palacio del sexo o algo así”, dice el padre Pauw. “Pero cuando ya no es una iglesia ante nuestros ojos, entonces puede tener cualquier propósito”.
/ lanacion.com.ar