Desde hace un tiempo, la economía argentina se encuentra estancada en términos de su PBI per cápita. Por ello es que muestra una irregular evolución. De hecho, en la última década a un año de reactivación, rigurosamente le siguió un año de contracción, lo que arroja un resultado de estancamiento.
En los últimos 17 meses la constante fue la significativa inestabilidad financiera. El año pasado el peso argentino se devaluó un 100% con respecto al dólar, y en el transcurso de los ochos meses del año vigente un 55%. La inflación acumulada en los últimos 12 meses es del 54%, y se espera que la tasa de crecimiento de los precios entre diciembre de 2.018 e igual mes de este año se ubique por encima del 50%. La tasa de interés de referencia de la política monetaria, supera el 80% anual, lo que es claro que obstruye proyectos de inversión en el sector privado y la deuda pública se ha incrementado.
No parece ser que las medidas desde el gobierno en cuanto a política monetaria y fiscal, contribuyan a echar luz sobre lo incierto del futuro de la economía en el país y contrariamente solo suman mayor incertidumbre y temor en la población que ve azorada como su poder adquisitivo cada vez está más deteriorado.
El indicador financiero riesgo país que mide la diferencia de tasa de un bono argentino con relación a uno similar emitido por el Tesoro de los Estados Unidos, superó la semana pasada los 2.500 puntos básico, lo que refleja una inusitada suba de la desconfianza en la posibilidad de pago de la deuda. Si bien la descripción de estas cifras reflejan un escenario de elevada inestabilidad y vulnerabilidad, puede decirse, los síntomas del problema, el dólar, la inflación, el riesgo país, la deuda, las tasas, sólo son el reflejo de un problema de mayor envergadura que consiste en que la economía se quedó sin fuentes de financiamiento para un sector público que hacia inicios de los años 2000 tenía un peso relativo de un 27%, y hoy es del 45%.
La agobiante carga fiscal que soporta el sector privado, no es suficiente para financiar al sector público. Este es el dilema de fondo que tiene la economía, cuestión que nuestro Colegio viene resaltando desde siempre. Este es el centro del problema. La incertidumbre y la desconfianza en el futuro inmediato, cualquiera que sea el resultado electoral del próximo 27 de octubre. Por ello para evitar que los problemas se incrementen el planteo de fondo debería ser cómo crecer, que a la luz de la realidad actual no ha sido articulado desde el Poder Político.
La economía se encuentra empantanada en el corto plazo, tratando de ver cómo contener las variables financieras, pero sin poder elevar la mirada hacia el largo plazo. Es fundamental que para recorrer el camino del crecimiento y dejar atrás la decadencia con la participación de todos los sectores políticos y sociales. Las recientes medidas anunciadas por el Ejecutivo Nacional son un paliativo, que sirven para contener a los mercados, aunque se tratan de soluciones para el corto plazo. Es verdad, que la economía mundial es un factor más de inestabilidad, pero no puede ser la excusa para no encontrar la posibilidad de un diseño de política económica que saque a la Argentina de la postración que lleva desde hace décadas y que en los últimos meses volvió a recrudecer fruto de la desconfianza y la vulnerabilidad.
Es fundamental que la sociedad exija conocer propuestas que expliquen claramente cómo se deja de lado esta situación, de lo contrario, será muy difícil transitar hacia el camino del desarrollo y las generaciones de argentinos seguirán debatiendo viejos problemas que no se resuelven. La responsabilidad es de todos.
Desafíos de cara al futuro
- Bajar el déficit
- Lograr superávit primario
- Conseguir financiamiento
- Reducir la inflación
- Aliviar la carga impositiva
- Incentivar la actividad y el empleo
- Disminuir la pobreza