30 ENE 2015 El pontífice denunció hoy lo que definió como la “globalización de la indiferencia”, la actitud egoísta e indiferente ante el sufrimiento de los demás y que ha alcanzado, dijo, una dimensión mundial.
Francisco hizo esa denuncia en el tradicional mensaje para la Cuaresma, el período que precede a la Semana Santa, y en el que recordó que esa fase es “un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente”.
En su epístola, presentada por la oficina de prensa del Vaticano y que reproduce la agencia EFE, el papa afirma que “esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia”.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él”, mencionó el papa, que invitó a “hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas”.
Su segunda cita bíblica fue: “¿Dónde está tu hermano?”, e instó a todos los católicos, en primer lugar, a “unirse a la Iglesia del cielo en la oración” y, después, “a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados”.
Y entonces deseó “que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular las parroquias y las comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.
Su tercer llamamiento fue: “Fortalezcan sus corazones” para evitar “la tentación de la indiferencia”.
“Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir”, señaló.
Para evitar ser absorbidos por “esta espiral de horror y de impotencia”, Francisco aconsejó “orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial”, y “ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia”.
También invitó a la “conversión” para “resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos”.
“Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI: tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil”, recordó Jorge Bergoglio.
El papa instó a los católicos a tener “un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”. (Télam)