(…) Otro término asociado al trabajo inteligente es el de home office, casa-oficina o trabajo del hogar. ¿Qué significa esto? Que antes la gente iba al trabajo; hoy en día con los dispositivos móviles y con la aparición de la nube, el trabajo está en cualquier lugar, no necesitás ir a un lugar físico para desarrollar tu actividad laboral. En este sentido, el trabajo del hogar hay que dividirlo en dos. Uno es cuando tenés la posibilidad de trabajar desde tu casa; otro es cuando obligatoriamente debés trabajar desde tu casa.
Vamos a empezar por el segundo caso. Por una razón de disminución de costos, muchas empresas, adecuan algún ambiente del hogar de un empleado para que desarrolle sus actividades y no vaya más a su oficina. Es un hecho compulsivo, no hay posibilidad de decir que no. Según mi experiencia, mucha gente se resiste. Primero porque no todos tienen en su casa la posibilidad de generar un ambiente de trabajo propicio. Segundo, porque no necesariamente la gente se siente más cómoda en su casa. Tercero, porque mucha gente necesita ir a otro espacio para oxigenarse. Nada que sea compulsivo en torno al trabajo tiene buenos resultados. Todo tiene que partir de un acuerdo mutuo, sopesando las diferentes opciones.
El primer caso, cuando existe la posibilidad de que el trabajador elija, deja de ser trabajo-del-hogar para ser trabajo-fuera-de-la-oficina, librando a quien trabaja a que elija diversos ámbitos. Hay muchas empresas de cafetería que se han hecho eco de este concepto y adaptado sus ambientes parcial o totalmente para convertirlos en ese “tercer lugar”: ni tu casa, ni tu oficina. Porque hoy los trabajadores del conocimiento, ¿qué requieren? Un lugar con conexión a Internet y estar seguros y confortables para trabajar. Nada más. Entonces, en un día lindo, nada te inhibe que puedas desarrollar tus actividades incluso desde un parque. Es más, muchas actividades que requieren de un pensamiento complejo, de un razonamiento, de inspiración para lograr una idea creativa, requieren más del entorno abierto de un parque u otro lugar público que de estar encerrados en una oficina.
Por supuesto, seamos claros: cuando las empresas alientan este movimiento de exteriorización física del trabajo, también pueden reducir los costos de bienes muebles, de energía eléctrica, de mantenimiento, etc. Pero no es el motor que impulsa la decisión; esto también genera oportunidades laborales para mucha gente que de otro modo sería imposible, como alguien con movilidad reducida, quien debe velar por la salud de un adulto mayor o quien se deba al cuidado de un niño.
Si el futuro del trabajo implica hacer hincapié en objetivos y logros, independientemente del tiempo empleado, ¿qué significa estar presente? Incluso en el colegio: ¿qué es estar presente? También aquí se verifica el cambio de paradigma. Antes, en la escuela se tomaba lista; ahora los alumnos pueden tener una tarjeta electrónica para pasar por máquinas apostadas en la entrada de los colegios y “marcar tarjeta”. En esencia, he aquí un ejemplo donde la tecnología no cambia la cultura. Hoy un adolescente puede estar físicamente en el aula y, sin embargo, prestando más atención a la realidad de su dispositivo móvil, estar totalmente ausente. Viceversa, con los mismos mecanismos tecnológicos, estando fuera del aula un alumno puede estar más presente que cualquier compañero que esté físicamente en el lugar donde se imparte la clase.
En el trabajo, pasa exactamente lo mismo. De modo que no cabe más que esperar que los terceros lugares -u otro ambiente no inventado aún, por fuera del espacio físico de una empresa- serán cada vez más importantes en el desarrollo de la calidad del trabajo.
Definitivamente, aquellas organizaciones que incorporen tanto el trabajo de tiempo flexible como el trabajo remoto, sin inversión económica, pueden lograr una mejora sustancial en la motivación y el compromiso de su gente, sin incrementar sus costos.
Imagino al presidente Raúl Alfonsín arengando desde el estrado en uno de sus discursos: “¡Un arquitecto de terceros lugares por ahí, a la derecha, por favor!”(…).
(…) Una de las maneras en que el trabajo inteligente se manifiesta es en el uso del tiempo. La proposición de algunas compañías globales es intentar matchear, intentar que se correspondan las necesidades de las personas y de las organizaciones. La resultante es un tiempo flexible, lo que algunos en la economía global han dado en llamar flextime.
Un horario flexible implica la posibilidad de que puedas entrar más temprano que el horario establecido e irte más temprano, o de entrar más tarde e irte más tarde. O que dos empleados tengan diferentes horarios, como es usual ya en muchas de las empresas más avanzadas en esta dirección. En general, hay un momento de confluencia de todo el equipo de trabajo en un lugar prefijado durante todos los días o algunos días a la semana. Una opción más avanzada es que no entres ni salgas a y de ningún lugar, sino que organices tu propio trabajo de manera remota de acuerdo a tu responsabilidad y objetivos delineados. Lo principal es la coordinación que debe haber entre los distintos actores participantes en una oficina o un proyecto.
Hoy habría tres grandes opciones de horario flexible. El horario libre, donde trabajás cuando quieras, según un deadline (fecha límite), para cumplir ciertos objetivos. Es la modalidad actual de, por ejemplo, un periodista freelance, un programador de sistemas o una modista. La segunda alternativa es el horario flotante, donde hay un mínimo de horas o una banda horaria en la cual sí o sí tenés que estar en el lugar común de trabajo. Y por último el horario fijo-variable, que se organiza según horarios rotativos: podés trabajar de 7 a 15 o de 10 a 18, por ejemplo. Es decir, son horarios fijos, pero hay distintas opciones en función de tu necesidad. Cada opción tiene múltiples variantes, en función de las necesidades del negocio y de las personas que trabajan en él.
El trabajo flexible es una manera de contribuir con la vida comunitaria. Por ejemplo, puede reducir los problemas de tránsito en horas pico o generar un ahorro de energía sustancial. O hacer del transporte público una experiencia más liviana, permitiendo a quien trabaje llevar a sus hijos a la escuela. Para una empresa que presta servicios al público, por ejemplo, el horario flexible podría expandir su horario de atención.
El flextime sería una posibilidad para trabajos que requieran la creatividad humana y en los cuales los colaboradores estén lo más confortables posibles y se sientan muy libres.
Las labores rutinarias y repetitivas, incluso el trabajo de los camareros, se van a robotizar. (En China, ya hay un restaurante atendido por máquinas: una experiencia que se multiplicará.) Ya existen sucursales bancarias en las que no hay ni un solo empleado humano. Ello implica que para todo aquel trabajo que pueda ser sustituido por inteligencia artificial no habría la necesidad ni el interés de fraccionar el tiempo de trabajo.
El tema del horario flexible pasa por entender la individualidad y la diferencia de cada persona que trabaja. Lo que implica a gente que sea o aprenda a ser responsable de sí misma. Tal vez el horario flexible no sea para todo el mundo, ni para cualquier compañía. Ahora, toda aquella compañía que tenga la capacidad de entender las individualidades que la componen, y que a la vez esos individuos tengan la capacidad de entender los requerimientos organizacionales, puede hacer la diferencia y convertirse en un entorno deseable y a la vez más productivo. El concepto que debe acompañar el tiempo flexible desde el trabajador es el de la “responsabilidad incondicional”. El vínculo entre compañía y colaborador no está basado en una transacción por dinero, sino que hay un compromiso integral de ambas partes. A la larga, la noción de “empleado” va a desaparecer.
El horario flexible es una de las condiciones más valoradas por los empleados, sobre todo de las nuevas generaciones. Eso significa que la responsabilidad por los horarios pasa a ser parte del empleado o del colaborador, y no solamente de la empresa. Demanda madurez personal del trabajador, una madurez que quizás el actual sistema no necesariamente impulse(…).
Liderazgo
Alejandro Melamed es Contador Público y Doctor en Ciencias Económicas (UBA). Es reconocido mundialmente como conferencista, coach ejecutivo de directivos del máximo nivel y consultor en temas de estrategia e innovación en recursos humanos, liderazgo y futuro del trabajo. Actualmente es director general de su propia consultora, Humanize Consulting. En 2016, participó del Executive Programa de Singularity University, en Estados Unidos. También trabajó varios años en The Coca-Cola Company, donde asumió múltiples cargos internacionales.