19-SEP-2014 Desde el año 2000 hasta hoy hemos crecido un 60% en términos reales, habiendo recuperado entre 2003 y 2005 la merma de los tres años previos. Este crecimiento, especialmente a partir de 2003, ha sido favorecido por los términos del intercambio, por una agresiva renegociación de los pasivos externos y por un tipo de cambio competitivo, con superávits y corrientes positivas de inversiones. Con el correr del tiempo, y aunque las condiciones globales siguieron siendo positivas, distorsiones en el manejo económico comenzaron a hacer sentir su peso, y aunque la economía siguió motorizándose por un alto consumo, las consecuencias de dichas distorsiones nos ubican hoy en un escenario de alta incertidumbre respecto del futuro inmediato y con aspectos estructurales a solucionar, económicos y sociales. Esperemos poder encontrar los mecanismos para solucionar los problemas y construir un puerto razonablemente seguro para las nuevas autoridades que se hagan cargo en el 2015. A partir de ese evento vendrá el gran desafío; no sólo para el flamante gobierno sino para todos aquellos que se sucedan en el liderazgo en el mediano y largo plazo: el de la mejora de la competitividad de la Argentina. Mejora no por ganancias efímeras derivadas de devaluaciones desmesuradas, sino por el trabajo sobre los aspectos estructurales que nos lleven a lograr altas tasas de crecimiento sustentable, con estabilidad monetaria, reducción de la pobreza, mejora en el empleo y su calidad, y equidad. Mejorar la competitividad estructural no es sencillo. Implicará incrementar significativamente el comercio exterior, la inversión interna y la extranjera real, reducir drásticamente la fuga de activos y generar un robusto mercado de capitales.
¿Cómo lograrlo?
La competitividad es la articulación del conjunto de factores y políticas que conforman la habilidad de un país para crear y mantener un ambiente que hace sustentable la maximización de la creación de valor por parte de las empresas y emprendedores y así proveer más prosperidad para su gente. Los factores son nuestros recursos: conformación geográfica, clima, recursos naturales y gente. Las políticas son las leyes, normas, prácticas, organización social y el funcionamiento del sistema que establecemos para aprovechar los factores y el contexto mundial y así crear riqueza. Los actores que articulan son el estado (actor fundamental), las empresas y la sociedad civil. De acuerdo con el World Economic Forum, los 20 países líderes en competitividad, son: Suiza, Singapur, Finlandia, Alemania, Estados Unidos, Suecia, Holanda, Japón, Gran Bretaña, Noruega, Taiwán, Canadá, Dinamarca, Austria, Bélgica, Australia, Francia, Malasia, Corea e Israel. Sus ingresos per cápita en dólares de paridad de poder adquisitivo, fluctúan entre 65 y 35 mil. Argentina está en el puesto 104 de 144 países con un ingreso per cápita de 18 mil. Presenta, sobre este conjunto de países, porciones muy reducidas en sus cifras de comercio exterior, flujos y stock de inversión extranjera directa y tamaño del mercado de capitales. Estos países se caracterizan por: su mayor competitividad les permite lograr un mayor nivel de ingreso per cápita, mayores posibilidades de progreso y más satisfacción para su gente; son los que tienen los mayores niveles de productividad, innovación, complejidad productiva y apertura al mundo, crean empresas globales y, en general, crean una mayor equidad. Observando la injerencia del estado en la actividad económica, su competitividad no es el resultado de su tamaño sino de su eficiencia. Propongámonos una meta: alcancemos, mediante un crecimiento anual promedio del 6% durante quince años, los niveles actuales de desarrollo de Corea. Propongámonos alcanzar un ingreso per cápita de u$s 25,000 y consecuentemente lograr un mejor sistema de agua corriente y cloacas, viviendas, rutas y caminos, transporte ferroviario, puertos, servicio eléctrico, transporte aéreo, transporte intermodal, localización productiva estratégica, protección social, seguridad, medio ambiente, educación, estructura de telecomunicaciones y tecnologías para la producción y la distribución, empresas innovadoras y equidad.
¿Se puede?
¡Sí, se puede! Había señalado que la competitividad del país es el resultado de la calidad de las políticas generadas por la articulación entre los actores que conforman el sistema socio-político aplicadas a los factores. Nuestros factores constituyen nuestras oportunidades: la agroindustria, la minería, las reservas energéticas, la necesidad de renovar la infraestructura, la capacidad para emprender y los bienes culturales. El sistema socio-político, conformado por el estado en su rol indelegable, articulado con las únicas fuentes de creación de riqueza que son las empresas y los emprendedores, mediante políticas acordadas y mantenidas a través de los sucesivos gobiernos, deberían seguir los lineamientos brindados por una comisión creada para analizar qué habían hecho los países que más habían crecido, y que fue liderada por los premios Nobel de Economía Michael Spence y Robert Sollow (1). Produjeron cinco recomendaciones: explotar al máximo la economía mundial; mantener estabilidad macroeconómica; lograr altos niveles de ahorro e inversión; dejar que el mercado asigne los recursos y tener gobiernos comprometidos, creíbles y capaces. Debemos comenzar a solidificar las bases de lo que denomino los pilares de la competitividad priorizando: el funcionamiento del sistema institucional, la calidad de la Justicia, la reconstrucción del capital social y la educación, la minimización de la corrupción, la limitación del poder del gobierno y su transparencia, la protección del derecho de propiedad y el cumplimiento de los contratos, la libertad económica, el cumplimiento regulatorio, la moneda sana y la calidad de las regulaciones. Pongamos a la competitividad de la Argentina como causa nacional. Nada se logrará de la noche a la mañana. Deberemos instalar procesos de mejora que implicarán la transformación progresiva de la cultura, los valores, las leyes y regulaciones y las conductas de los actores sociales. Deberá apuntarse a ganar mejoras de productividad con eficiencia, tecnología e innovación en cada sector y cadena de valor que se identifique como oportunidad. Este proceso deberá ser inspirado por políticos, funcionarios, empresarios, educadores, dirigentes gremiales y de la sociedad civil y en general por los que tenemos la posibilidad de utilizar nuestras capacidades en pos del bien común.
Fuente: ElCronista