27-SEP-2013 Se supone que la Ley de Presupuesto debe cumplir dos objetivos básicos. El primero es darle sustento operativo al funcionamiento del Estado. El segundo es servir de referencia al sector privado, para que pueda tomar decisiones en base a sus proyecciones.
El resultado está lejos de ambos supuestos. Las constantes reasignaciones presupuestarias revelan que el Ejecutivo usa una contabilidad paralela que no refleja las metas que figuran en la ley de leyes. Un ejemplo: el Presupuesto 2014 no incluye el costo fiscal de la reciente reforma de Ganancias.
A su vez, por la inconsistencia de los números macroeconómicos, las empresas estiman salarios, nivel de actividad e inversiones según la información que recogen en el mercado, con lo cual los cálculos oficiales se vuelven inocuos y la formación de expectativas sobre la economía que viene se transforma en azarosa.
El Gobierno se obstina en crear una realidad políticamente correcta que a la larga no le sirve de nada. Los problemas subsisten (la inflación, la falta de inversión, el estancamiento del empleo) pero como no están en ningún diagnóstico, tampoco son objeto de una política que los remedie. Al final, tanta discrecionalidad solo le sirve al Ejecutivo para montar una fantasía que le crea tantos trastornos como la peor pesadilla. Fuente: cronista.com.ar