La economía mundial es como un avión a reacción comercial que debe tener todos sus motores en funcionamiento para despegar y alejarse de las nubes y las tormentas. Lamentablemente, sólo uno de esos cuatro motores está funcionando adecuadamente: la angloesfera (los Estados Unidos y su primo hermano, el Reino Unido).
El segundo motor -la zona del euro- se ha parado tras una reanudación anémica después de 2008. De hecho, con otra sacudida Europa caería en la deflación y en otro período de recesión. Asimismo, el tercer motor, Japón, se está quedando sin combustible después de un año de estímulo fiscal y monetario, y los mercados en ascenso (el cuarto motor) están desacelerándose acusadamente, a medida que los vientos de cola mundiales, que duraron un decenio se han vuelto contrarios.
Así, pues, la cuestión es si la economía mundial puede permanecer en el aire -y durante cuánto tiempo- con un solo motor. La debilidad en el resto del mundo entraña un dólar más fuerte, que invariablemente debilitará el crecimiento de los Estados Unidos. Cuanto más profunda sea la desaceleración en otros países y más suba el dólar, menos podrán los Estados Unidos desligarse del miedo y la depresión en el resto, aun cuando la demanda interna parezca sólida.
Unos precios del petróleo en descenso pueden brindar una energía más barata a las empresas manufactureras y los hogares, pero perjudican a los exportadores de energía y su gasto, y, si bien una oferta mayor ha ejercido una presión con miras a la bajada de los precios, también lo ha hecho una demanda más débil en la zona del euro, Japón, China y muchos mercados en ascenso. Además, unos precios del petróleo persistentemente bajos inducen un descenso de la inversión en nueva capacidad, lo que socava aún más la demanda mundial.
Mientras, la inestabilidad de los mercados ha aumentado y aún está en marcha una corrección. Las malas noticias en el nivel macroeconómico pueden ser buenas para los mercados, porque una pronta reacción normativa puede impulsar por sí sola los precios de los activos, pero las recientes malas noticias en el nivel macroeconómico han sido malas para los mercados, por la impresión que existe de una inercia normativa.
Si el Partido Republicano consigue el control total del Congreso de los Estados Unidos en las elecciones de mitad de período, es probable que se agrave el estancamiento normativo, con el consiguiente peligro de una repetición de las perjudiciales batallas fiscales que el año pasado provocaron un cierre gubernamental y casi una suspensión técnica del pago de la deuda.
Los más importantes países en ascenso también tienen problemas. De las cinco economías de los Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), tres (Brasil, Rusia y Sudáfrica) están próximas a la recesión. La mayor, China, está en plena desaceleración estructural, que aproximará su tasa de crecimiento al 5% en los dos próximos años, frente a más del 7% actual. China podría evitar un aterrizaje muy violento, pero parece probable que sea accidentado.
El riesgo de una quiebra mundial ha sido leve, porque el desapalancamiento ha avanzado con celeridad en la mayoría de las economías; los efectos del lastre fiscal son menores; las políticas monetarias siguen siendo acomodaticias y la reflación de los activos ha tenido efectos de riqueza positivos. Además, muchos países con mercados en ascenso siguen creciendo con fuerza, mantienen políticas macroeconómicas racionales y están empezando a aplicar reformas estructurales que aumentan el crecimiento.
Pero hay amenazas graves en lontananza. Las deudas privada y pública de las economías avanzadas siguen siendo cuantiosas y en aumento y potencialmente insostenibles, en particular en la zona del euro y en Japón. El aumento de la desigualdad está redistribuyendo los ingresos a favor de quienes tienen una gran propensión a ahorrar y resulta exacerbada por la innovación tecnológica con gran densidad de capital y que ahorra mano de obra.
Esa combinación de deuda elevada y desigualdad en aumento pueden ser la causa del estancamiento persistente que está aumentando la dificultad política para la aplicación de las reformas estructurales.
Afortunadamente, el aumento de los riesgos políticos -un Medio Oriente en llamas, el conflicto Rusia-Ucrania, la agitación en Hong Kong y las disputas territoriales de China con sus vecinos-, junto con amenazas geoeconómicas del ébola y del cambio climático mundial, aún no han provocado un contagio financiero. No obstante, están desacelerando el gasto de capital y el consumo, en vista del valor que representa la opción de esperar durante tiempos inciertos.
Así, pues, la economía mundial está volando con un solo motor, los pilotos deben esquivar los nubarrones amenazadores y están surgiendo peleas entre los pasajeros. Si al menos hubiera equipos de emergencias en tierra…
/fuente: lanacion.com.ar