María Laura trabajaba en una multinacional y su gerente le insistió en que se postulara para reemplazarlo en su puesto. “Él se iba de la empresa y me dijo que era la candidata puesta para su lugar”, cuenta. Al principio se negó, pero terminó aceptando. “Obviamente, después de realizar todas las pruebas, pasarlas y obtener la mejor calificación, el puesto fue para un compañero varón, que había quedado en segundo lugar”, recuerda.
Alejandro dice que a Clara H., su novia, hoy desempleada, le dijeron en una reunión con una consultora de recursos humanos: “Mejor no digas que tenés un hijo en la entrevista”. Ella tiene 30 años y es la mamá de Bauti, de 11.
Graciela M., de 57 años, trabaja de empleada en una firma de venta de carteras y ropa de cuero. “Cuando quedé embarazada de Tomás, hace 15 años, recién entraba a mi actual trabajo. Me llamó la jefa de personal y me dijo que no me renovarían el contrato por estar embarazada”, relata. “¡Lástima! Se habían olvidado de hacerme firmar el contrato. De ahí tuve que ir directo al Correo a notificar mi embarazo. A la fuerza, aquí sigo, 15 años después”.
Las historias de desigualdad de género en el mercado laboral se multiplican. Ayer se cristalizaron en datos objetivos. En lo más básico del trabajo -los ingresos- la brecha entre hombres y mujeres puede alcanzar, siempre en detrimento de estas últimas, hasta un 38,2%. Ésta es la diferencia que alcanzaron los ingresos entre hombres y mujeres al final del primer semestre de este año si se observa el trabajo no registrado medido por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). La distancia en el mercado formal, según el Indec, está en un 17,7%.
En tanto, para el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la brecha en el salario promedio -ya no en ingresos totales- fue en 2016 de 23,5%. Con esa fuente registral, en el primer trimestre de este año, se puede decir que los hombres tienen un salario mensual promedio de hasta 21% más que las mujeres en el mercado formal. La brecha llega hasta el 35% en la informalidad.
“Casi toda la brecha de ingresos se debe a diferencias de horas de trabajo más que a diferencias de ingresos salariales horarios”, explicó José Anchorena, subsecretario de Estadísticas, Estudios y Políticas Laborales del Ministerio de Trabajo, que ayer presentó los datos junto a la directora de Equidad e Igualdad de Oportunidades, Cristina Antúnez. Siempre en promedio y según datos oficiales, el salario horario no revela diferencias. En el mercado formal, las mujeres cobran $ 104 por hora, mientras que los hombres perciben $ 101. En el informal, ellos cobran $ 61 y ellas, $ 66.
“Más que salarial, la brecha es de participación. Hay una fuerte diferencia en el tiempo dedicado al trabajo doméstico no remunerado”, explicó Anchorena. La tasa de participación del trabajo doméstico no remunerado en el tercer trimestre de 2013, último dato, fue para los varones de 57,9% (3,4 horas promedio), mientras que la tasa de las mujeres llega al 88,9% (tiempo promedio diario de 6,4%, según el Indec). Las mujeres hacen el doble de trabajo en casa que los hombres y no cobran.
Para los especialistas, el proceso de inserción laboral femenina se desaceleró en los últimos años. Por caso, la tasa de actividad (quienes buscan empleo activamente) de mujeres de 15 años o más en la Argentina (48,1%) era en 2013 más baja que en Brasil (49,2%), Paraguay (51,4%) y Uruguay (51,8%). En el primer trimestre de este año, esa tasa fue de 48,1% en las mujeres y de 72,4% para los hombres. “Las razones del estancamiento de la tasa de actividad en las mujeres son múltiples y variadas, y de hecho posiblemente hayan ido cambiando en el tiempo”, afirmó Leonardo Gasparini, especialista en el tema del Cedlas, de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
“Durante buena parte de los 2000, todas las economías de América latina, incluyendo la Argentina, crecieron fuertemente. En ese escenario económico favorable y relativamente inesperado la presión sobre algunas mujeres por buscar un empleo adicional se redujo, ya que mejoraron las perspectivas laborales de sus cónyuges y fueron beneficiadas por la expansión de los sistemas de protección social. Esto desaceleró en algunos países, y en otros detuvo, el crecimiento de la participación laboral femenina, especialmente entre las más vulnerables”, agregó.
El desempleo es también mayor para las mujeres que para los hombres: 11,7% versus 10,3%. Existe una segregación horizontal: las mujeres tienen una participación mayor en sectores como el comercio (35,1%) o los servicios (44,4%), pero baja en la construcción (6%), el campo (11,2%) o la industria (19%). Pero también vertical, pero sobre todo por sectores en este ítem: en comercio, restaurantes y hoteles, las mujeres directivas sólo son un 23% y en los servicios, un 24%. La brecha entre hombres y mujeres se achica con mayor calificación, entre profesionales y técnicos, pero se agranda en los empleos más precarios, síntoma de la que desigualdad se va borrando con más educación.