21-MAR-2014 El economista Carlos Melconian considera que la escasez de divisas condicionará la transición hasta el próximo Gobierno. El director de MyS Consultores afirma que la economía deambulará, cada tanto, entre devaluaciones y apretones monetarios, como en enero pasado, cuando surjan nuevos temblores por el lado del dólar o de los precios. Este año pronostica que las importaciones caerán por debajo del nivel de 2011.
1) ¿Cómo imagina la transición de veinte meses que le quedan a la actual administración en términos de crecimiento económico?
Prácticamente es inviable que la actividad crezca en forma sostenida con tan pocos dólares en la economía. Para que el mercado cambiario no se recaliente, el Banco Central no tenga que vender muchos dólares, las reservas no caigan y el tipo de cambio no suba todo el tiempo, las importaciones tienen que contraerse. Esto sucede aun cuando este año la cosecha de soja será voluminosa y vendida a muy buenos precios internacionales. O sea, rige la escasez con buena cosecha y todo y control de cambios incluido. Como no hay a la vista un salto exportador, no se cuenta con financiamiento externo a tasas accesibles (salvo alguna colocación puntual de YPF) y la deuda pública en dólares se paga con reservas, la manera retrógrada, costosa y prácticamente única de manejar la escasez de dólares es con una recesión que retraiga las importaciones (y el turismo). Dado que las exportaciones están estancadas desde hace cuatro años (en 2014 serán menores que en 2011), subir el superávit comercial recaerá exclusivamente en una contracción de las importaciones y, por ende, de la actividad. La menor actividad es el instrumento que le queda al programa para “juntar dólares”.
2) ¿Y cómo imagina la inflación?
Será muy difícil que en la transición la tasa de inflación no crezca. Salvo que los Precios Cuidados se conviertan
en un congelamiento más estricto y amplio, la tasa interanual de inflación del área metropolitana se encamina en mayo a arañar el 40%. Es que el Gobierno no bajará la tasa de inflación porque la está utilizando como impuesto para financiar al Tesoro. Con la presión tributaria en nivel récord, sin acceso a financiamiento y con poca propensión a moderar la suba del gasto público, es poco el margen para reemplazar al impuesto inflacionario. Bajar los subsidios sería un “candidatazo” pero habrá que ver si viene algo, su magnitud y difusión y que no termine siendo una forma de financiar subas de otros gastos.
3) ¿Estamos “condenados” a una transición sin crecimiento y con inflación?
Para ir tirando y llegar al final del mandato el programa “necesita” recesión e inflación. Son dos eventos no deseados y con alto costo político, pero la degeneración del modelo oficial condujo a esta encerrona. En la medida en que el Gobierno resista la caída de la actividad e intente reactivar con expansionismo fiscal, monetario y salarial (cosa que seguramente hará cuando palpe la recesión), se chocará inevitablemente con la restricción externa y volverá a foja cero. El programa “cierra” con un monto de importaciones para una economía recesiva. Si el Gobierno se “asustara” de la inflación e intentase moderar el déficit fiscal y la emisión de moneda para el Tesoro (cosa que difícilmente ocurra, salvo que los precios directamente se le vayan de las manos), se chocará con el alto costo político y social que significará aminorar la expansión del gasto público. El programa “cierra” con una tasa de inflación de dos dígitos creciente. La Argentina está “condenada” a una transición sin crecimiento económico por la escasez sistemática de dólares y con una alta tasa de inflación como único mecanismo de financiamiento fiscal. La aspiración de máxima será “aguantar” sin tanta recesión ni tanta inflación.
4) ¿Es posible que devaluación y mayor inflación mejoren las cuentas fiscales?
La devaluación no será un factor mejorador. Lo que se gana devaluando en recaudación por comercio exterior se pierde por mayores importaciones de gas. ¿Se moderará el déficit “gracias a la mayor inflación”? Para ello se requeriría que la inflación hiciera que los ingresos suban más rápido que el gasto público. O sea, serían necesarias las dos cosas: que se nominalizara la recaudación al ritmo de la inflación y que se licuara el gasto (que suba menos que la inflación): con una sola no alcanza. Por el lado de los ingresos, en 2012 y 2013 con dos años de flojo nivel de actividad, la recaudación perdió algo de impulso empujada sólo por la inflación. El 2014 será otro año de actividad floja pero con la inflación acelerada. En este contexto base, la recaudación podría subir un 30% anual o tal vez un poquito más. Por el lado del gasto, no hay antecedentes en la última década de que haya subido menos que la inflación. Es poco probable que en un contexto de inflación acelerada arañando el 40% anual, el Gobierno decida que el gasto público termine subiendo mucho menos. Por lo tanto, el gasto puede seguir subiendo más rápido que los ingresos y en 2014 el déficit primario y la emisión de moneda para financiarlo sigan en ascenso.
Un factor que podría moderar la suba del déficit primario sería “hacer algo” con los subsidios (sabiendo que cuanto más se demoren medidas, menos impactará en las cuentas fiscales del año). Que suban las tarifas energéticas es una condición necesaria pero no suficiente para moderar el déficit primario. Si la desaceleración en la suba de los subsidios significara acelerar otros gastos, el impacto fiscal sería nulo. Sería redistribuir el gasto sin moderar el déficit.
5) ¿Alcanza con el tipo de cambio oficial de $ 8 y la suba de las tasas de interés de enero para “estabilizar” el mercado cambiario, las reservas y los precios?
Habrá muy pocos dólares para una transición “tranquila” en materia de reservas y habrá muchos pesos para financiar al Tesoro para una transición “tranquila” en materia de inflación. No significa que la macroeconomía se desmadre. Implica que cada tanto habrá un “temblor” por el lado externo de las reservas y/o por el lado interno de la inflación. El “programa económico” de enero (devaluación con apretón monetario) no será el último. Al revés, se sucederán miniprogramitas iterativos y acomodaticios detrás de cada temblor, probablemente en un contexto de nominalización ascendente de las variables (precios, tipo de cambio, salarios, tasa de interés, ¿tarifas?). Mientras no se corrijan el desbarajuste fiscal y el abuso de la “maquinita”, los intentos solitarios del BCRA para contener el dólar y los precios y sostener las reservas serán temporales y muy costosos en términos crediticios y de actividad y empleo.
6) ¿Está el Gobierno haciendo un “ajuste” económico ortodoxo sin decirlo?
Después del desastroso cuarto trimestre de 2013 y el enero de 2014 en el mercado cambiario, las reservas y la tasa de inflación, el Gobierno se vio obligado a realizar una serie de ajustes forzado por la realidad. Emprendió un ajuste cambiario, devaluando en enero un 25% el tipo de cambio y un 60% en términos anuales. Al mismo tiempo, el BCRA llevó a cabo un ajuste monetario aumentando la absorción de pesos y subiendo la tasa de interés al 28% anual. También está en camino de generar un ajuste de los ingresos: en marzo aumentó sólo un 11% en el semestre las jubilaciones y aspira a cerrar las paritarias del sector público y privado con subas salariales por debajo del 30%. En ambos casos, perderán contra la inflación. Como daño colateral, hay un ajuste recesivo: el PBI cae fuerte en el primer trimestre de año contra el cuarto de 2013 y dará una variación interanual negativa en el segundo trimestre. Finalmente, el Gobierno emprendió un ajuste sobre el patrimonio neto de los bancos, obligándolos a una “desdolarización” del mismo y a quedar más expuestos a futuras devaluaciones. Pero aún falta la madre del borrego: el ajuste fiscal. Mientras el Gobierno no reduzca el agujero fiscal total que financia con el BCRA, no habrá suba del tipo de cambio ni de la tasa de interés ni aspiradora de pesos ni controles que alcancen para compensar los desequilibrios de la macroeconomía. El BCRA absorbiendo pesos y subiendo las tasas solitariamente es un sustituto imperfecto e insostenible de una corrección fiscal.
7) ¿Cuál es la peor mochila económica que le puede quedar al próximo Gobierno en el arranque de 2016?
Entiendo que sería bueno, más que para el próximo Gobierno para toda la sociedad, que la actual administración acomode de la mejor manera posible el desastre de precios relativos que generó en estos 10 años. No se puede mirar sólo la tasa de inflación a pesar de que esté ya coqueteando con el 40% anual. Si desde el estallido de 2002 la inflación acumulada suma un 750%, hay que entender que allí “conviven” en el mismo período Alimentos y Bebidas con más del 1.200%, el tipo de cambio oficial al 700% y paralelo al 1.100%, salarios muy variados dependiendo de trabajo formal o informal, un lío tarifario promedio de “apenas” el 200%, etc. A este problema, la realidad o alguien tendrá que “emparejarlo”. Por lo tanto, si bien lograr que “la tasa de inflación” no se escape en los próximos 20 meses debiera ser un objetivo primario, “acomodar” los precios relativos pensando en la gente y en lo que va a haber que solucionar en la próxima administración en el país, es superlativo. Si este lío no lo arregla el Gobierno actual, está el riesgo de que el nuevo presidente debute pagando costos desde el primer día y perdiendo uno o dos años de mandato buscándoles la vuelta a las soluciones, como ocurrió con todos los presidentes de la democracia.