15 Jun 2015.- De la primera violación que sufrió mi madre, nació mi hermano. Yo soy fruto de su segunda violación. Ella murió cuando yo nací. Y aun hoy, sigo sin saber cuál es exactamente el día que nací”. Los ojos tristes, la barba rala y crecida de Moshed Altrad contrastan con su impecable traje black tie . Lo acaban de elegir emprendedor del año (“WEOY, World Entrepreneur of the Year”) entre representantes de 56 países, convocados por la consultora internacional Ernst &Young. Se trata de un encuentro que comenzó hace casi tres décadas en Estados Unidos y, ahora con su sede en Mónaco, pasó a ser el equivalente del Foro de Davos para los emprendedores.
Altrad tiene su cuartel general en Montpellier, Francia, y maneja un holding de 110 empresas cementeras y productoras de materiales para la construcción. Factura casi 1.000 millones de dólares al año y emplea 7.000 personas. Pero lo primero que cuenta, al subir a recibir su premio, es el terrible comienzo de su vida. Durante cinco días, acá en este balneario que es símbolo del lujo más exclusivo desde mediados del siglo XIX, se fue extendiendo entre los 400 asistentes un mensaje de doble lectura. Altrad, nacido en una tribu beduina de Siria, inmigrante, multimillonario, encarna ese mensaje a la perfección: un capitalismo cada vez más potente, de empresas que se expanden de manera geométrica, pero con dueños que se esfuerzan por mostrar un rostro humano.
Rebecca MacDonald, presidente del Jurado, lo planteó sin vueltas: “Quedamos impresionados por su capacidad para construir un negocio de gran éxito, pero también por su humildad y carácter”, Tres días antes, Howard Schultz había planteado algo similar: accionista y director general de la cadena Starbucks, Schultz les dijo a los empresarios que se mantengan humildes (“stay humble”) y machacó una y otra vez con que la búsqueda de ganancias “no debe ser un fin, sino una consecuencia”. Shultz pasó su mensaje sentado en el escenario de la Opera de Monte Carlo, el lujoso teatro que comparte edificio con el Casino. La premiación de Altrad, con su conmovedor discurso, también fue de doble lectura: minutos antes del premio, un megashow de fuegos artificiales había iluminado la bahía poblada con yates que cuestan de dos millones de dólares para arriba.
Durante la convención también resonó otro mensaje de este tipo, pero esta vez con burbujas: “No le hagan un monólogo al mercado, es preferible que mantengan un diálogo. Busquen la personalización”, recomendó Muhtar Kent, el número uno de The Coca-Cola Company. Kent no para de vender: mientras describe la estrategia de su empresa, bebe en pleno escenario una Coca etiqueta roja. Nada de bajas calorías.
Mónaco es un peñón irregular, inserto en plena Costa Azul. Tiene apenas dos kilómetros cuadrados (acá un alquiler de un departamento caro cotiza a unos 19.000 euros por mes) y ascensores públicos por aquí y allá, para ayudar los desplazamientos de a pie: en apenas 100 metros de distancia se puede terminar subiendo el equivalente a seis o siete pisos. Se respira lujo a la enésima potencia: si uno se para en una esquina, a lo largo de una hora habrá visto pasar entre dos y tres Ferraris. Los autos alemanes, aquí, parecen de clase media.
El centro neurálgico de este “2015 World Entrepreneur of the Year” es el hotel Hermitage, un edificio de la belle epoque lleno de mármol, terciopelo y recovecos hacia arriba, abajo y a los costados. Acá tienen sitio encuentros públicos y privados, con un profuso intercambio de tarjetas. El idioma que manda es el inglés: los franceses se adjudican la invención del auto, pero aquí en la convención quien habla del tema es Bill Ford, bisnieto de Henry. “El cambio que se viene en nuestra industria es rápido y furioso”, plantea, con humor. “Nos va a cambiar dramáticamente el modelo de negocios. Es impresionante la manera en que Apple y Google se están moviendo hacia este espacio”.
Las historias de los 56 emprendedores seleccionados para competir por el premio Emprendedor del Año son realmente distintas entre sí. “Cada filial de EY tiene su relativa autonomía para la selección de su representante”, confían en la delegación argentina, que encabeza Eduardo Coduri. La elección del argentino Hugo Sigman para esta edición deja poco margen para la duda: el jurado de 16 integrantes que lo eligió en Buenos Aires es una muestra compacta, y a la vez variada, del empresariado local (ver entrevista).
América Latina está representada por seis países: el mexicano Sergio Argüelles, desarrollador de predios industriales, es fuerte en todo México y también tiene negocios en EE.UU. Cuenta que tiene en Río II (Córdoba) un predio en venta y despotrica contra las trabas para girar dólares desde Argentina.
Los colombianos Gigliola Aycardi y Nicolás Loaiza tenían algunos adeptos para el premio, ya que armaron su cadena de gimnasios Bodytech, hace 25 años, con un plan de negocios y un auto viejo que vendieron como único capital: una historia de emprendedores al 100%. Ellos también anduvieron por la Argentina, pero era 2002 y les dijeron que mejor se fueran corriendo. Terminaron comprando una cadena de gimnasios en Chile.
Rolando Carmona, chileno, produce martillos para la industria minera. Ahora está por poner su propia fábrica en Alemania. El uruguayo John Schandy opera puertos y zonas francas en Montevideo y Río Grande do Sul. Rosario Bazán, peruana de Trujillo, exporta 90% de los espárragos que produce su empresa Dan Per. Y está Sigman, quien desde el grupo Insud produce desde medicamentos hasta películas: es coproductor deRelatos Salvajes y fabricante de la cuarta parte de todo el Omeprazol que se consume en el mundo, entre otras actividades.
La fiesta del sábado a la noche, con alfombra roja incluida, no es apta para los mal dormidos: comienza a las seis de la tarde y termina a la medianoche. Los 56 representantes van subiendo al escenario a recibir la distinción: hay un ganador, sí, pero los organizados logran que cada uno de participantes sientan que ganaron, sólo por estar ahí./ CLARIN.COM.AR