20 JUL 2015.- Unos días antes de testificar en una demanda por discriminación de género que tiene en vilo a Silicon Valley, John Doerr, que puede considerarse el capitalista de riesgo más famoso del mundo, estaba frente a una mesa en una sala de reunión presentando sus ideas sobre la buena administración. El tema no era el juicio, en el que un socio menor de la firma de Doerr, Kleiner Perkins Caufield & Byiers, ha denunciado discriminación por su género. En cambio, el tema era BetterWorks, una compañía de Palo Alto que ha reunido US$ 15,5 millones de capital de riesgo de inversores, incluyendo Doerr.
BetterWorks hace software de oficina que mezcla aspectos de redes sociales, control de fitness y juegos de video en un sistema que busca hacer que los empleados estén más concentrados en su trabajo y en su relación mutua. Con el software los empleados y sus jefes establecen metas de corto y largo plazo, y van registrando sus avances en un tablero digital que todos en la compañía pueden ver y comentar.
Un crítico podría describirla como una feliz actualización de cuello blanco de una vieja idea -la eficiencia en el lugar de trabajo- que se solía lograr con el reloj que marcaba la hora de entrada y salida, y las líneas de montaje. Pero Doerr, que ha promovido conceptos similares en muchas de las compañías de tecnología en las que ha invertido, apuesta a que las mismas ideas serán adoptadas mucho más allá de Silicon Valley.
“Creo que vamos a ver cada vez más sistemas en este campo de trabajo cuantificado o de ciencias de la gente, que van a hacer que el recurso más valioso que tenemos -nuestro equipo- resulte más efectivo”, dijo Doerr en una entrevista en la oficina satélite de su firma en San Francisco.
El involucramiento público de Doerr sin duda es un beneficio, y el hecho de que cree en BetterWorks se ve subrayado por su disposición a dar entrevistas en los medios mientras su firma es investigada por el Poder Judicial. Gente de relaciones públicas dejó en claro que Doerr no hablaría sobre la demanda durante su campaña de publicidad en favor de BetterWorks.
Las compañías de Silicon Valley son conocidas por la libertad en el vestir y beneficios generosos para los empleados como almuerzos y lavandería gratis, pero comparten la afinidad de las corporaciones estadounidenses por los procesos dogmáticos y las siglas oscuras. Las compañías de tecnología del Valle se destacan por convertir esos procesos pesados en algo útil.
Doerr hace proselitismo desde hace mucho en favor del sistema de management de Silicon Valley llamado OKR (las siglas en inglés de Objectives and Key Results, objetivos y resultados claves). La idea, creada en Intel, donde Doerr inició su carrera, es hacer que los trabajadores fijen metas específicas mensurables y seguir sus avances en un sistema abierto que cualquiera de la compañía puede ver.
“La cuestión general es cómo hacer que todo esto se base más en datos”, dijo Kris Duggan, CEO de BetterWorks. Duggan fundó Badgeville, cuyo software convierte tareas laborales en insignias y un tablero central en un esfuerzo para agregar elementos de juego al trabajo. Su nueva compañía une la sensibilidad del juego con las métricas duras.
Usando el software de la empresa, los trabajadores fijan metas, como “conseguir 10 clientes nuevos para mayo” y los ingresan en un sistema interno que puede ser visto por otros empleados: se ve casi igual a la función de tablero usada por los seguidores de actividades de fitness Fitbit. Los colegas pueden alentarse mutuamente (aplausos) o hacer pasar vergüenza (suave empujón). El perfil de cada trabajador muestra un árbol digital que crece con los logros y se encoge con la baja productividad.
El impulso por encontrar la manera de hacer que la gente trabaje más duro no es nuevo. Henry Ford usó equipos de investigadores para controlar a sus trabajadores y determinar cosas como quiénes bebían demasiado. Las fábricas y otros empleadores tienen una larga tradición de hacer que los empleados compitan entre sí, para que a través de una combinación de presión de los pares y ambición hagan más trabajo. Karan Levy, asociada del Data and Society Research Institute, una firma de investigaciones en Nueva York, recientemente completó un estudio de tres años sobre el seguimiento del desempeño en un negocio decididamente antiguo: el transporte por camiones. En las últimas dos décadas, el sector ha usado GPS y otras tecnologías pare medir a qué velocidad manejan los choferes y si frenan bruscamente, con objeto de lograr la entrega rápida de mercadería, pero no tan rápido como para que los conductores malgasten el combustible. Para hacer más eficientes a los choferes, las compañías ponen tablas de puntaje en las salas de descanso o envían cheques con premios a los cónyuges, para que tengan presión competitiva del hogar tanto como del trabajo.
Una de las maneras en que la gente se vuelve más productiva en el trabajo es usando su tiempo de descanso para trabajar aún más. Muchos conductores hacen cosas como cargar, descargar e inspeccionar sus camiones durante los descansos establecidos oficialmente, dice Levy. “Si uno distrae a los trabajadores con la idea de que están jugando un juego, no cuestionan las reglas del juego”, dijo.
¿Pero qué pasa si tanta medición pone triste a la gente? Esa pregunta es la base para otra firma nueva: Culture Amp, una compañía australiana que produce un sistema de consulta a los trabajadores y recientemente obtuvo US$ 6,3 millones de Felicis Ventures, una firma de capital de riesgo en Palo Alto. El producto de Culture Amp es esencialmente un conjunto de encuestas continuas y anónimas que permiten saber a las compañías cómo se sienten sus trabajadores y las compara con otras empresas del mismo sector./LANACION.COM.AR