12 MAY 2015.- Cuando dirigía su think tank de economistas, Axel Kicillof despotricaba contra las recetas liberales. Era la época en que todavía era un investigador y se autodenominaba “marxista”. En ese entonces se enfrentaba a muerte con las consultoras privadas al sostener que la inflación era importada y que los sueldos no eran su causa.
“Los temores a la espiral inflacionaria originada en el aumento de los salarios son infundados. Esto es, los trabajadores no son responsables de la inflación“, decía allá por el 2007 el Centro de Estudios para el Desarrollo (CENDA).
Ese era el instituto que había fundado el joven académico para combatir a “los muertos vivos del pensamiento ortodoxo” y formar en la escuela de Keynes a varios de los economistas que, junto con él, terminarían más temprano que tarde integrando los despachos del Gobierno.
Desde entonces, el titular de Economía ya no es lo que era. Y ahora, en un nuevo giro de 180 grados, pasó de criticar a quienes responsabilizaban a los salarios de la inflación, a ser quien pone un “techo” a los ingresos, ganándose la enemistad de más de un sindicato, como lo refleja el paro que iniciaron este martes los bancarios en todo el país y la protesta que va a lanzar el sector del transporte.
Sucede que, en los últimos días, el ministro se encargó de instalar la idea de que para evitar el aumento de los precios es necesario que se restrinjan los reclamos salariales en torno del 26%, en línea con la postura de los empresarios industriales que se mostraron “absolutamente de acuerdo”, tras reclamar el fin de las paritarias.
“Si los precios se desaceleraron y la inflación va a ser siete puntos menos, la paritaria tiene que reducirse, es lógica pura”, subrayó el ministro de Economía, en un planteo que el lunes volvió a respaldar el jefe de Gabinete Aníbal Fernández.
Lejos de pasar desapercibido, el cambio abrupto de Kicillof en materia salarial despertó rechazo y hasta fue aprovechado por el gremialismo oficialista para compararlo con ex ministro de Economía del Gobierno de Carlos Menem y Fernando De la Rúa.
“Kicillof me hace acordar a Cavallo cuando decía que el salario era inflacionario. Es Cavillof”, lo chicaneó el titular del Sindicato de Comercio, Armando Cavalieri.
El “gitano” se despachó de esa manera con el funcionario, tras acusarlo de impedir la homologación del acuerdo salarial del 30% en dos cuotas que había logrado con las cámaras.
Una situación similar enfrentan los metalúrgicos y los bancarios, que este martes lanzaron su doceava huelga desde el año pasado, tras desacatar la conciliación obligatoria dictada el lunes a la noche por el Ministerio de Trabajo.
El titular de La Bancaria, Sergio Palazzo, explicó que “la inflación del año pasado superó el 30 por ciento y en ese orden tendría que estar el acuerdo salarial”.
En ese marco, cuestionó al ministro de Economía al calificar su posición como “parte de la ortodoxia económica” en medio de un recrudecimiento de la conflictividad, ante la imposibilidad de los sindicatos de cerrar sus respectivos acuerdos por encima del “techo” oficial.
“Kicillof es un gorila, encabeza una avanzada sobre los sindicatos“, afirmó el sindicalista en declaraciones a la prensa.
El límite de los topes
El endurecimiento de Kicillof no es casual sino que coincide con la trayectoria que siguieron los precios y los salarios en los últimos años, a falta de un Hugo Moyano que condicionara a los sindicatos firmando subas inferiores a los reclamos del resto.
Así, a la par que los aumentos salariales se fueron alejando de la pauta prevista por el Ejecutivo (hoy a más de 5 puntos de distancia), el funcionario comenzó a intervenir con más fuerzaen las paritarias de los últimos años para moderar los reclamos y trató de reemplazar al camionero por otros gremios de peso, como el de los metalúrgicos.
En 2013, cuando todavía era viceministro de Economía, Kicillof lanzó la famosa comisión de competitividad, en la que a través de la su emisario Augusto Costa participaba en las negociaciones en el Ministerio de Trabajo para obtener datos de empresarios y sindicalistas, con el objetivo de adaptar los niveles de ingresos a la rentabilidad de cada sector.
La nueva política fue rápidamente interpretada como un intento de controlar las demandassalariales por parte de los gremios, mientras que fue recibida con beneplácito por el sector empresario.
Pero todo tiene un límite y ahora el titular de la UOM, Antonio Caló, ya no tiene el margen de libertad que antes. No puede aceptar el 25% que busca imponer el Gobierno, consciente de que los salarios de su sector “son muy bajos” y que, de firmarlo, lo van a “colgar del obelisco”.
En efecto, el miércoles pasado, mientras el sindicalista -que también lidera la CGT oficial- negociaba en la cartera laboral, afuera de la sede se podían leer carteles de sus delegados queexigían más de lo que el gremio reclama.
“Un 32% en un solo pago retroactivo a abril”, decía una pancarta. “Basta de sueldos de hambre, queremos salarios dignos, 40% de aumento“, era otra de las quejas.
Con el propósito de calmar el malestar en las bases, la UOM dió vía libre a sus seccionalespara pedir un aumento a cuenta de las paritarias, para “minimizar el impacto que genera la no actualización de los salarios”.
En esa línea, la representación de Campana le solicitó la suma de $3.000 a Tenaris Siderca, la siderúrgica del grupo Techint que el mes pasado inició un programa de suspensiones rotativas y abrió retiros voluntarios.
En tanto, los gremios de Comercio y UOCRA continúan sin sellar un acuerdo en las negociaciones salariales, ya que si bien aceptaron un alza salarial del 26% como impuso Kicillof, pretenden cobrarlo de una sola vez, lo cual es rechazado de plano por el sector patronal.
El jefe del Palacio de Hacienda se había reunido con los líderes gremiales de ambas organizaciones para bajar sus pretensiones, pero el acuerdo ahora es rechazado por el sector patronal de comercio.
El regreso de los “muertos vivos”
En este escenario de creciente conflictividad, el virtual congelamiento de las paritarias a más de un sindicalista le trae malos recuerdos, como los de los años 90 cuando los salarios quedaron atados a la productividad para sostener la convertibilidad y se eliminaron las negociaciones colectivas.
Nada más alejado del pensamiento “heterodoxo” que hasta hace unos años defendía el joven economista, convencido de que para evitar la aceleración de los precios se necesitaba de una mayor intervención del Estado.
Ese mismo Kicillof era el que defendía que los salarios debían crecer por encima de la productividad para mejorar la distribución del ingreso.
En ese entonces, aseguraba que el fenómeno inflacionario en realidad residía en el atrasorelativo de la estructura industrial local y en su dependencia de la competitividad vía tipo de cambio.
“La protección cambiaria de la industria encuentra tarde o temprano sus límites”, señalaba.
Por ello, como solución, advertía que una devaluación corría el riesgo de fogonear los precios y, en cambio, proponía retenciones progresivas, junto con controles de precios, una mayor transparencia de las estadísticas del INDEC y la ampliación de las inversiones.
“El regreso de los muertos vivos que repiten sin cesar su recetario recesivo debe ser hoy más que nunca combatido por un proyecto que represente los intereses de los trabajadores y que tenga como irrenunciable vía la decidida industrialización del país”, decía en 2011 el CENDA que comandaba Kicillof.
Tan sólo dos años después, en su debut al frente de Economía, inauguró su gestión con la devaluación más fuerte de la última década, seguida de una subida de las tasas de interés y de recortes en los subsidios al transporte, agua potable y gas.
Casi en paralelo, lanzó el programa de Precios Cuidados que entró en vigencia el 1 de enero de 2014 e incluía una canasta básica de 302 productos comercializados en todo el territorio argentino.
Sin embargo, el listado sujeto a una revisión periódica trimestral lejos estuvo de moderar la escalada de precios que ese año, según las mediciones privadas, osciló entre el 35 y el 40%,por encima de la gran mayoría de los aumentos de salarios pactados por los gremios.
En un acercamiento al FMI, modificó los cuestionados índices de inflación, pero sin despejar las sospechas ante la persistente brecha entre el nuevo IPC y las mediciones privadas, y con el aditivo de que se dejó de publicar la canasta básica, con las cuales se medía la pobreza, la indigencia, y el valor del salario mínimo.
El otro giro llegó en mayo del 2014, cuando en lugar de retomar sus críticas a la política de acumular reservas para cancelar deuda, logró un acuerdo con los acreedores del Club de París para pagar u$s9.700 millones de deuda, en un plazo de 5 años, con un pago inicial en julio del año pasado de 650 millones y el próximo en mayo de este año de 500 millones.
Pese a los cambios económicos, la economía se mantuvo estancada el año pasado y no se vislumbra una mejora para el 2015.
El índice de obreros ocupados cayó en el primer trimestre 1,9% comparando con igual período de 2014, según informó el INDEC. De esta forma, el indicador acumuló seis períodos consecutivos de retroceso, desde el cuarto trimestre de 2013.
El deterioro del empleo se produce en medio de una recesión del sector industrial que lleva 20 meses consecutivos de caída, de acuerdo con los datos oficiales, y 22 meses si se toma indicadores del sector privado.
Por ello, todo indica que aunque Kicillof que no use corbata, no ha podido modificar la tradición “ortodoxa” que tanto criticaba. Ahora, entre otras cosas, también recurre al ancla de los salarios para enfrentar el problema de la inflación./ iprofesional.com