13 MAY 2015.- Que baje el empleo como ocurrió entre 2012 y 2014 es una mala noticia, especialmente en un año con elecciones. Es completamente conocido que el empleo depende del crecimiento económico, pero en nuestro país se registró estancamiento en estos tres años por eso disminuyó el empleo.
A mayor crecimiento económico, mayor empleo y, si no alcanza la población para cubrir todos los puestos que genera ese crecimiento muy alto, es seguro que inmigrantes de otros países vendrán a cubrirlos, pues aquí se pagarán salarios mucho más altos que en otros países que registran un crecimiento lento. Un ejemplo de esta verdad lo tenemos en lo que ocurrió desde 1880 hasta 1930 aproximadamente, donde vino mucha inmigración europea a la Argentina, pues en nuestro país se ganaba el doble o algo más que en España, Italia, Francia y otros países, como está demostrado por las cifras de Maddison.
Tomando las últimas 3 décadas, el crecimiento de nuestro PIB fue de 2,5% anual con años en que crecimos al 9% y con recesión de hasta 11 % anual. Como por las modernas tecnologías y la mejora en la organización del trabajo, la productividad del sector industrial crece alrededor del 3,5% anual, pero como la misma se encuentra por encima del aumento de la productividad de otros sectores, como por ejemplo casi no crece la productividad del sector burocrático del gobierno, se puede estimar un aumento de la productividad media de la economía de 1,0 % anual. De esta forma, si restamos del crecimiento del PIB (2,5 % anual promedio) el crecimiento de la productividad (1% anual promedio) nos queda un avance de 1,5% anual como demanda de trabajo.
Nuestra población crece al 1,3 % anual, por lo que, en principio, estaríamos en una situación de balance positivo entre demanda y oferta de trabajo. Sin embargo, no es así pues hay que tener en cuenta que la población activa ha crecido en relación a la población total, excepción hecha de los últimos tres años. Además, se ha mantenido la inmigración de países vecinos que buscan trabajo aquí, con lo cual la oferta de gente buscando trabajo es mayor que la demanda de las empresas, por lo cual aumenta el desempleo. Este desempleo ha sido moderado, e incluso reducido, porque el Estado ha tomado una gran cantidad de empleados públicos, tanto a nivel nacional como provincial y municipal.
También es necesario decir que el bajo crecimiento del PIB del país en las últimas décadas, se traduce en salarios reales con un crecimiento ínfimo en promedio de varios años, frustrante como perspectiva de vida de un argentino medio. En 2014, la inflación fue 39 % y los salarios aumentaron en el promedio anual en 32,8%. Este año se calcula una inflación de 29-31 % y los salarios crecerían en 25% según la pauta oficial, y aunque se termine cerrando en un aumento de 30% luego de las huelgas, tampoco este año va a aumentar el salario real.
Otro problema que genera el bajo crecimiento es la informalidad -empleados u obreros que no reciben ni aportes sociales ni jubilatorios- que es de alrededor del 35% de la población. Mucha más gente vive en las villas miseria, o lugares sin gas, cloacas, agua corriente, con polución del medio ambiente a lo que se agrega el problema de los robos y la inseguridad física dado que las fuerzas de seguridad no logran controlar regularmente esos territorios urbanos.
Veamos ahora las cifras del corto plazo que son las siguientes:
Se puede apreciar que en estos años aumentó en 507.00 personas la población urbana, pero paradójicamente bajó el empleo (en 151.000 personas) y más extraño aún también bajó el desempleo (en 31.000 personas). Son cifras muy contradictorias y la rara explicación es que 182.000 personas dejaron de buscar trabajo, no son más población activa. Hay dudas sobre la forma en cómo se mide esta población activa en las ciudades donde el INDEC estima el empleo y desempleo urbano. El empleo ha disminuido en el sector dinámico (productivo) y esto fue más que compensado por el aumento de los empleados públicos (empleo burocrático). El mercado laboral está enrarecido después de 12 años de la actual gestión.
Como conclusión, podemos decir que sin inversión no hay aumento del número de empresas, que son las que ocupan a la gente productivamente. Reconocer esto es fundamental. En los últimos años se ha manoseado mucho a las empresas, por eso el coeficiente de inversión respecto al PIB, medido en moneda corriente, está ahora en 18,8%, que es muy bajo. En Ecuador esa tasa se ubica en 28-29 %, pues aunque ese país tiene la misma orientación política que el nuestro en los últimos 10 años, la diferencia es que no tiene inflación ni cepo cambiario, pues su moneda es el dólar desde hace muchos años. En China el coeficiente de inversión es de 45-48 %, por eso crecen “a tasas chinas”.
Sin educación no hay gente preparada para trabajar en un mundo cada vez más complejo y sin respeto por la constitución no hay confianza para coagular ahorro local o internacional en maquinaria y equipo, en inversiones en activo fijo. Con 18,8% de inversión bruta sobre el PIB no se puede crecer ni al 2,5% anual. Es fundamental que todos aquellos que hablan de pobreza y exclusión social averigüen las causas de la misma, que básicamente consisten en la falta de inversión. Sin esto no hay futuro.
En el periodo 1880-1914 en nuestro país la inversión fue del 27,2% del PIB con picos de casi el 55%. Precisamente en esa etapa, como dijimos, fue cuando los salarios reales fueron mucho mayores en nuestro país que en Europa, medidos en términos de cosas que se pueden comprar, no expresadas en un dólar atrasado en su cotización oficial.
Para los dirigentes políticos y sociales: si quieren eliminar la pobreza en pocos años, hagan todo para que aumente la inversión en relación al PIB. El asistencialismo es necesario y digno de ser apoyado, pero no resuelve el problema, lo alivia solamente. En los últimos años solo se favoreció el consumo, la demanda, pero la oferta no alcanzó por falta de inversión y vino la inflación en lugar del crecimiento. Es fundamental revisar los hechos y actuar en consecuencia./ lanacion.com.ar