08 MAY 2015.- La rebaja que dispuso el Gobierno en el pago del Impuesto a las Ganancias para un sector de los asalariados fue una consecuencia directa del cuestionamiento gremial al peso que tiene este gravamen en los ingresos medios. Sin embargo, ningún actor social (ni representantes sindicales, ni empresarios ni candidatos a gobernar en 2016) aprovecharon para ir más allá y debatir la inédita presión tributaria que padece la economía argentina.
El Ejecutivo no actuó por voluntad propia cuando alivió el esquema actual, ya que hasta ahora consideraba que el porcentaje que absorbía Ganancias era moderado. Esa ‘razonabilidad’ implicaba que quienes perciben entre $ 15.000 y $ 25.000 brutos, resignaban casi 20% de su sueldo neto. Con la rebaja puesta en vigencia, pasará a ser 16%.
Pocos se acuerdan de que 21% del ingreso que la población destina a sus gastos diarios se lo lleva el IVA. O que en ese mismo acto también pagan Ingresos Brutos para financiar al gobierno local, por citar solo un caso de la catarata de impuestos vigentes.
Exigir que los asalariados dejen de pagar Ganancias es un exceso. Pero actualizar las alícuotas y las exenciones es un acto que no puede esconderse detrás de argumentos políticos, porque es la política la que debe articular soluciones. La carga tributaria total pagada por los argentinos equivale a trabajar entre 172 y 217 días por año para la AFIP. Ya es bastante. El rebalanceo de esta pesada mochila debería ser asumido por el Congreso. Es hora de que deje de ser una dádiva del gobernante de turno./ cronista.com.ar