11 DIC 2014 Mañana se correrá el telón y el Gobierno dirá cuantos dólares pudo conseguir con su oferta de bonos Bonar 2024 por un total de US$ 3.000 millones.
¿Conseguirá los US$ 1.500 millones que se dice acordó con el gigante norteamericano JP Morgan? ¿Logrará US$ 2.000 millones o más? ¿O menos? ¿O ampliará el período de colocación ante lo que pudiese aparecer como un resultado magro?
Cualquier respuesta previa resulta arriesgada y posible. En parte, por las condiciones que fijó el ministro Axel Kicillof y, en parte, porque la caída mundial de las bolsas antes el derrumbe del precio del petróleo y el temor sobre nuevos temblores financieros en Grecia cambiaron las condiciones externas en contra de que la posibilidad de que el Gobierno pueda conseguir esos US$ 3.000 millones.
Una de las inconsistencias que para los banqueros planteó el Gobierno a la hora de salir a buscar fondos es que fijó condiciones de cantidad y precio. En otras palabras, salió al mercado a ofrecer títulos por US$ 3.000 millones (cantidad) y dijo que esos bonos Bonar 2024 rendirían 9,70% anual. Uno de los problemas es que esos Bonar 2024 (se emitieron para pagarle a Repsol por YPF) ofrecían ayer en el mercado una renta de 10,2%.
Pregunta con respuesta obvia: ¿por qué un inversor le compraría títulos al Gobierno que le ofrece 9,70% de renta cuando en el mercado puede conseguir el mismo bono que rinde 10,2% anual?
El mercado le dará mañana a Kicillof una respuesta en firme.
Tal vez, el JP Morgan, que hasta la semana pasada dejaba trascender que tenía previsto quedarse cono esos bonos por US$ 1.500 millones, tenga otra colocación prevista. Pero cualquier banquero se quedaría sin trabajo si paga US$ 97 por un bono que puede conseguir uno o dos dólares más barato en el mercado.
Para Kicillof el tema es relevante: qué duda cabe de que es mejor negociar con los fondos buitre a partir de enero la deuda en default con US$ 3000 millones más en las reservas del Banco Central que sin ellos.
¿Con US$ 3.000 millones en el bolsillo, Kicillof intentará llegar a un acuerdo con los fondos buitre a partir de enero?
Cada lector podrá arriesgar su respuesta, pero el Gobierno ya dio muestras de que entre bajar la bandera de la pelea contra el “buitre” Paul Singer o la del “desendeudamiento” decide por ahora bajar la segunda aunque eso implique un costo alto.
El Gobierno salió al mercado dispuesto a pagar intereses altísimos, más del doble de los que pagan Uruguay o Brasil. Y esto, en un mundo desarrollado en el que las tasas son cercanas a cero y nada indica que eso se vaya a modificar en el corto plazo.
También tuvo que ofrecer una jugosa renta potencial para atraer a tenedores de pesos cuando les vendió bonos atados al dólar oficial. Eso implicó darles a empresas y bancos un seguro de cambio potente para los próximos años.
Logró préstamos del banco de China por unos US$ 2.300 millones, de los que ingresaron US$ 1.314 millones, para subir con “cosmética” las reservas del Banco Central. Y podría llegar otro crédito del Banco de Francia por US$ 650 millones.
Fue esa combinación de colocar deuda en pesos y dólares la que cimentó la idea de que la Presidenta no tiene pensado volver a devaluar para conseguir dólares durante su gestión y que es consciente de que para mantener aquietado al dólar oficial necesita conseguir financiamiento de la forma y al precio que sea.
La baja de 89% a 50% de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo (cayó desde cerca de $ 16 a $ 12,80) también va perfilando la idea de que el retraso del dólar oficial habría llegado para quedarse si es que el Gobierno logra algún financiamiento.
En este, como en casi todos los gobiernos argentinos de los últimos años, anclar el dólar en el intento de frenar la inflación se transforma en uno de los objetivos principales de la gestión.
Kicillof no parece ser la excepción y lo deja en claro en su esfuerzo por proclamar que la inflación de este año será de 24% y no de 40% como dice el promedio de las consultoras que relevan precios.
En la paritaria anticipada de los docentes bonaerenses que ya arrancó, se perfila un porcentaje posible de aumento de 30%. ¿Aceptarían los dirigentes sindicales una pérdida de arranque de diez puntos de poder adquisitivo?
Los dirigentes docentes piden un aumento por la recuperación salarial, una mejora de la escala de sueldos y todo en dos cuotas, además de un bono de fin de año, en lo que constituiría una cláusula gatillo por posibles rebrotes inflacionarios.
Las bondades del dólar retrasado le permitieron al Gobierno aquietar las aguas pero partiendo de niveles de inflación altísimos.
Hoy se conforma con que el índice suba 1,6% por mes en vez de más de 2% como lo hacía a mediados de año.
La mejoría no permite grandes festejos pero resulta un paliativo en un contexto en que la recesión y el temor a la pérdida del empleo acotan los reclamos.
Mantener sedado al dólar tiene el atractivo de aquietar la inflación pero serán necesarias más divisas para poder sostener ese escenario por un tiempo.
El telón se empezará a correr mañana cuando las palabras le den paso a lo que Hipólito Yrigoyen definió como las “efectividades conducentes”.
/ clarín.com.ar