15 MAY 2015. Con esta idea en mente, Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) y María Elisa Zapata, magíster en nutrición humana y calidad de los alimentos, e investigadora adjunta de la misma institución, decidieron analizar los patrones de snacking de los argentinos, es decir, cómo, cuándo y cuánto comemos entre comidas.
Los resultados de una encuesta realizada a 1363 personas de entre 3 y 69 años en las cinco ciudades más grandes del país, una muestra representativa de la población urbana residente en centros de más de 280.000 habitantes, los sorprendieron: ocho de cada diez ingieren habitualmente una quinta comida. En otras palabras: comen y toman algo fuera del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Sólo el 30% incorpora alimentos saludables.
“Decidimos investigar este tema en el escenario actual de enfermedades crónicas, aumento del consumo de nutrientes que comprometen la calidad de la dieta y deficiencia de otros, como el calcio, el hierro y ciertas vitaminas -explica Carmuega-. Este hábito representa una oportunidad de realizar cambios rápidos y fáciles.”
Las sociedades occidentales organizan sus comidas (tres o cuatro) según un patrón común. En general, tienen un menú planeado de antemano, se consume en compañía de otros y en lugares específicos.
El snacking (snackeo o “quinta comida”, los investigadores todavía no se ponen de acuerdo sobre el nombre que deberían adjudicarle a esta costumbre que difiere del “picoteo”, sobre el que no se guarda registro, y de la “colación”, indicada por un médico) es la comida entre comidas que no cumple con estas premisas.
“El snacking se caracteriza por no consistir en alimentos específicos, no realizarse en un lugar determinado y no ser compartido -subraya Zapata-. Es un episodio no provocado por el hambre, sino por un estímulo externo no fisiológico.”
Los individuos encuestados lo realizaban sistemáticamente entre tres y siete veces por semana, a la mañana o a la tarde, aunque algunos lo hacían a la noche.
Ciertos autores interpretan que este tipo de hábitos no tiene valor nutricional positivo, pero el equipo de Cesni descubrió que un tercio de los que participaron del estudio elige en casi la totalidad de sus snacks alimentos saludables, un 37% tiene un perfil “mixto” (combinan alimentos saludables y no saludables; por ejemplo, toman bebidas sin azúcar con galletitas cargadas de grasa y azúcar), y otro 33% elige golosinas, bebidas azucaradas, galletitas o panificados.
“Tomamos el universo de alimentos y les asignamos diferentes colores de acuerdo con el sistema de perfiles nutricionales de la agencia de alimentos del Reino Unido -explica Carmuega-, que los divide a partir de sus nutrientes positivos (proteínas, fibras y la cantidad de vegetales, frutas y frutos secos que contengan) o negativos (grasas, azúcares y sodio, que, según la Organización Mundial de la Salud, hay que limitar). Cada 100 g de alimento, contamos cuántas grasas, azúcar y sodio contienen, y a eso se le resta lo positivo. Se crea un puntaje total y los que fluctúan en un valor inferior a cuatro son los que pintamos de verde o saludables. Lo que queda afuera son los no saludables, porque aportan más cantidad de grasas, azúcares, sodio o calorías de lo recomendado. Es un sistema creado para regular la pauta publicitaria de la industria alimentaria en la TV según los horarios de protección a los menores.”
“Las frutas están primeras en el grupo de snackeo, algo que no nos esperábamos -detalla Zapata-. Les siguen los panificados y galletitas, el yogur, los dulces y golosinas, los lácteos. En último término están los vegetales. Entre las bebidas, las de mayor consumo son las azucaradas.”
Otro de los hallazgos del estudio fue que los más chicos son los que observan un patrón más saludable que luego se va perdiendo, sobre todo en la adolescencia. Lo mismo ocurre con las bebidas: el agua y las que no contienen azúcar se consumen más en la niñez, y disminuyen como opción en la adolescencia.
Aunque esta “quinta comida” no suma mucho (abarca un rango que va desde las 100 a las 173 calorías, lo que equivale a alrededor de 6,5% del consumo energético total para un adulto y de 12% para un chico), representa el 23% de los azúcares libres que se ingieren por día y de un 5 a un 20% de las vitaminas.
“Cuando comparamos, vemos que un snack no saludable prácticamente duplica el valor calórico de uno saludable -apunta Zapata-. En grasas, sodio y azúcar, lo triplica. Y en vitamina C, el saludable quintuplica al otro.”
Según los especialistas, esta particularidad de la alimentación de los argentinos plantea un desafío, pero también una oportunidad.
“Los hábitos alimentarios son conductas de selección que realiza el ser humano a lo largo de su vida -dice Carmuega-. Tenemos que concientizar a la sociedad sobre la calidad nutricional de lo que consume para que opte por una alimentación más sana. Pensemos que hace 10 años el desayuno no estaba instalado como un hábito diario y hoy podemos decir que logramos instalarlo.”
“Las campañas de publicidad y de educación, así como el quiosco en la escuela, son ocasiones para mejorar -concluye Zapata-, dado que es una comida que no se realiza en un momento o un lugar específicos. Puede ser en la calle, en la oficina, en la plaza… Si hacemos elecciones saludables, podemos modificar sustancialmente la dieta.”/ lanacion.com.ar