22 DIC 2014 No hay que preocuparse demasiado por aquello que no se puede controlar, sugieren expertos.
En el final del año, el cansancio desespera. Entonces, el bendito estrés se instala, una vez más, en la boca de todos. Por esta razón cabe preguntarse: ¿qué es?, ¿cómo lo identificamos? y, fundamentalmente, ¿cómo lo manejamos para que no nos gane? Según expertos del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (Ceeta), en los últimos años se ha registrado un considerable aumento de pacientes que sufren trastornos de ansiedad, y que sobre el final del año tienden a intensificar sus dificultades.
Los especialistas afirman que todo cambio puede producir estrés, y el fin de año no escapa a ello porque es una etapa de balances y de proyectos a futuro. A este escenario, agregan la incertidumbre económica y la situación social del país, que este año cobraron especial relevancia. “Todo cambio provoca estrés, nadie escapa a ello: exámenes, fiestas laborales, eventos sociales a los cuales es necesario asistir, momento de balances, época de replantear proyectos, etc. A todo ello se le suma el cansancio acumulado durante el año, lo cual hace que el individuo disponga de menor energía para afrontar cada situación. Entonces, cae en el agotamiento”, explica Gabriela Martínez Castro, directora del Ceeta.
La especialista indica que ante situaciones conflictivas las personas intentan adaptarse para responder a las exigencias. “En un caso normal, se ponen en marcha mecanismos que preparan la psiquis y el organismo, para favorecer la adaptación, como el desarrollo de capacidades intelectuales y físicas”, remarca. Sin embargo, advierte que puede suceder que, cuando fracasa el intento de adaptación, el individuo se vea a sí mismo con incapacidad para afrontar las exigencias. “Se agotan los recursos y la persona se enferma, es decir, se estresa”, subraya.
Martínez Castro señala que el estrés es la respuesta fisiológica o psicológica que manifiesta una persona ante un estímulo ambiental. “No está mal tenerlo, lo que no hay que hacer es sufrirlo”, afirma.
Existen dos tipos o formas de estrés. Uno de ellos es positivo y se lo denomina eustrés. El otro es negativo y se llama distrés. El primero es la respuesta adecuada a un estímulo externo. Este estrés permite el funcionamiento del organismo y la adaptación al medio, por lo que es indispensable para el funcionamiento y para el desarrollo de las personas. En cambio, el distrés se manifiesta cuando las demandas del medio son excesivas o prolongadas, y superan la capacidad de resistencia y de adaptación del individuo. Este tipo de estrés provoca malestar corporal y psicológico.
Para identificar si el estrés es positivo o negativo es necesario detectar las señales. Sentir cansancio no es sinónimo de estrés. Por eso, la directora de Ceeta advierte sobre algunos síntomas para dilucidar la diferencia. Pueden ser físicos, como taquicardia, aumento de la tensión arterial, sensación de ahogo, aumento o disminución del apetito, sensación de falta de aire, temblores, cefaleas o contracturas musculares. También pueden ser cognitivos, como ansiedad o angustia, preocupación o indecisión. Y están los conductuales, como la hiperactividad o parálisis motora.
Finalmente, la especialista sugiere acciones para bajar el estrés:
• No preocuparse por aquello que no se puede controlar.
• Prepararse para las dificultades estresantes como exámenes o entrevistas laborales.
• Fijarse metas realistas.
• Llevar un registro escrito de las tareas a realizar para que no ocupen lugar en nuestra mente.
• Hacer actividad física y seguir una dieta sana.
• Corregir pensamientos catastróficos y procurarse pequeñas satisfacciones cotidianas.
• Reservar momentos del día para descanso y recreación.
• Rescatar los aspectos positivos de las situaciones y no sólo centrarse en los negativos.
• Dormir lo suficiente.
/fuente: lagaceta.com.ar