27 OCT 2014 La primera visita de Dilma Rousseff, reelecta ayer, será a Washington. Con ello pretende subrayar el fin de las fricciones surgidas el año pasado, cuando se supo que la había espiado la Agencia Nacional de Seguridad. La indignación de Brasilia fue tal que la presidenta decidió suspender una gira de Estado en octubre de 2013.
“En aquel momento, y luego de semejantes denuncias, no era adecuado que ella se entrevistara con el presidente Barack Obama”, recordó el asesor en política internacional de la jefa de Estado, Marco Aurelio Garcia. En julio último, una visita durante el Mundial de fútbol realizada por el vicepresidente norteamericano Joseph Biden permitió a la administración norteamericana expresar una disculpa y restablecer los puentes.
García descartó que existan tendencias antiestadounidenses en la cancillería que conduce Alberto Figueiredo. De hecho, el canciller fue embajador ante la ONU hasta realizar un enroque con su antecesor Antonio Patriota, un diplomático insospechable de animadversión contra Washington. “Ni por asomo pensamos que EE.UU. sean una potencia declinante. Y no lo serán por muchas décadas”, arriesgó.
Lo que Brasil busca, según definió, es “una relación de otro tipo”. O sea, equilibrada y no de padre a hijo. Dilma, dijo, defiende una aproximación “respetuosa” entre ambos países y una de las formas para hacerlo, por ejemplo, será aumentar programas de gran interés para el gobierno brasileño como el de Ciencia Sin Fronteras, que beca egresados universitarios.
En relación a la política regional, la presidenta no duda en incluir como una prioridad los acercamientos con la Alianza del Pacífico, que reúne a Chile, Perú, Colombia y México. “No debe oponerse una a la otra” sintetizó el asesor especial de Rousseff. La mandataria promueve, en cambio, una revisión sustancial del Mercosur e incluso del Unasur. Definió dos tareas urgentes: tornar al bloque comercial sureño en un elemento “dinamizador” de las economías, para evitar una melancólica desaparición, y propuso abocarse “seriamente” a la “integración de la infraestructura de Sudamérica”.
García señaló que por la historia diplomática brasileña, la cancillería se resistió a las intervenciones armadas que no fueran autorizadas por el Consejo de Seguridad. Y eso fue lo que prevaleció en el discurso de Rousseff ante la ONU donde cuestionó la eficacia de los bombardeos unilaterales contra los ejércitos del grupo yihadista ISIS.
Como lo ha hecho hasta ahora, Dilma mantendrá “la relación con los vecinos y defenderá la integración”. El asesor se refería, específicamente, al caso de Venezuela, que dio lugar a que personajes de la oposición tacharan al gobierno de Brasil de “bolivariano”. Según García, eso es “un absurdo”. Para Dilma y su ministro de Exteriores “es indispensable incentivar un gran diálogo con nuestros vecinos. No podemos entablarlo si a priori los acusamos de ser los responsables de venta de cocaína (al país)”. Implícitamente, es lo que sostenía el adversario de Dilma, Aécio Neves. En verdad, ni siquiera en su entorno creían en esa versión de la vecindad. Uno de los mentores de la política externa con el socialdemócrata, el ex embajador Rubens Barbosa, declaró: “No creo en fricciones con Venezuela, Bolivia y Ecuador. Brasil continuará apoyando la estabilización económica de Argentina y de Venezuela”.
/fuente: clarín.com.ar