21 dic 2015.- La Auditoría General de la Nación (AGN) estimó que el déficit fiscal del 2015 será superior al 7% del PBI, un nivel récord que casi triplica al del año anterior y duplica lo presupuestado. Las medidas que anunció hasta ahora el Gobierno, como el recorte de retenciones o la eximición de Ganancias para el aguinaldo, tienden a agravar esa brecha entre ingresos y gastos.
Un fantasma recorre los mercados desde hace algunos días. Errático, se detiene aquí y allá buscando una respuesta para su interrogante, pero nadie parece conocer esa clave que probablemente lo ahuyentaría para siempre de esos escépticos ámbitos de negociación. En cambio, una estela de dudas va dejando el espectro, como si la pregunta no fuera ya lo suficientemente oportuna: ¿cuándo y cómo será el momento de atacar el persistente déficit que hereda el Gobierno argentino? En rigor, hay otra más precisa: ¿cuándo se dará a conocer la real situación de la economía?
Si se lo piensa, los anuncios del presidente Mauricio Macri han ido en sentido contrario. La quita de las retenciones al agro para las exportaciones regionales, la baja de los 5 puntos porcentuales para la comercialización al exterior de la soja, la exención del pago del medio aguinaldo de Ganancias, la extensión del beneficio de la Asignación Universal por Hijo (AUH) a 250.000 nuevos beneficiarios.
La Auditoría General de la Nación (AGN) estimó que el déficit fiscal del 2015 será superior al 7% del PBI, un nivel récord que casi triplica al del año anterior y duplica lo estipulado en el presupuesto de este año. El dato es que con las medidas anunciadas, el Gobierno va a perder un punto porcentual de recaudación y que si quisiera reducir al menos 1 punto porcentual del déficit debe hacer crecer 2 puntos y medio la recaudación.
Pero hay más: fuentes en Economía señalan que Prat-Gay respira ansiedad a diario al confirmar que si le tocara realizar un sinceramiento de los gastos incurridos por la administración kirchnerista ese guarismo podría ser incluso superior a lo que todo el mundo cree.
Señalan que es probable que en los últimos días haya abandonado esa tarea, al comprobar que los primeros tres meses de Gobierno de Macri seguramente ahondarán esa cuenta. En esa línea, Prat-Gay comparte con el ministro Juan José Aranguren una certeza: el ajuste se hará más adelante, por eso no es importante sincerar ahora. Si se lo piensa, en un Gobierno que acaba de levantar el cepo con las mismas reservas que dejó el ex titular del BCRA, Alejandro Vanoli, la confianza y las expectativas constituyen un bloque indisoluble, de nada serviría alimentar las dudas con datos veraces en un contexto donde el Indec ralentiza su capacidad de volver al ruedo.
Claro que esa determinación en nada seduce a los ex colegas de Prat-Gay en Wall Street. Desde que asumió Macri, la bolsa local perdió casi 10%, la mitad de esa caída durante el último viernes. Preocupa en Nueva York que el Gobierno sólo vaya en un sentido. Los comentarios al respecto son marginales y ocupan apenas algunos renglones, pero sabido es que con los bancos de inversión opera la lógica del prestamista, que ante la posibilidad de suscribir un bono, piden a cambio no sólo promesas, sino también señales.
Es más, en los últimos días, aquí y allá numerosos reportes “engordaron” el matiz del sutil escepticismo, cuando el propio Aranguren marcó que la quita de subsidios a las tarifas –una medida que reduciría el déficit– no tendría fecha asignada en enero, como había trascendido. Señalan en algunos bancos de inversión que el Gobierno debería empezar a tener metas fiscales, por ejemplo, que el gasto público crezca por debajo de lo que crecen los ingresos. El pronóstico que dan es que va a ser muy difícil en 2016 bajar el déficit fiscal.
El miedo es éste: si crece el déficit y el Gobierno avanza en sus primeros 100 días sin tomar medidas de austeridad fiscal, entonces la única forma de hacer viable esa agenda es emitiendo pesos. Y la emisión, en las proporciones que suponen el avance de los precios y las necesidades de caja pondría más presión sobre las variables en desequilibrio, lo que dificultaría la negociación de las paritarias por debajo del 30% esperado por el propio Gobierno. Con inflación fuerte, la posibilidad de fijar una tasa de interés que sirva de imán para los ahorros de la gente se vuelve más compleja. ¿Acaso puede pensarse que el Banco Central podría fijarla por encima del 50%? La reactivación de la economía con una tasa de interés tan elevada se encontraría en problemas. Es más: ese panorama ya alienta a realizar arbitrajes entre los bonos en dólares a aquellos bonos que ajustan por tasa o están atados a la devaluación.
En este contexto es que se da la negociación del bono de fin de año. Las presiones que empieza a experimentar del ministro Triaca no son laborales sino financieras. Tras el reclamo unificado de gremios de las tres CGT y las dos CTA de un bono navideño, el ministro respondió “no está en la agenda del Gobierno”, negativa a la que el titular de la CGT Azopardo, Hugo Moyano respondió con un “que Macri se acuerde de los trabajadores”. “Un bono de fin de año para estatales y jubilados significaría una señal errónea para los mercados”, confían fuentes del sector, que de todas formas comienzan a incorporar en sus cálculos la suba de precios que operó en las últimas semanas y que tras la liberación del cepo cambiario que produjo una devaluación del 42%, podría generar nuevos aumentos. Para Triaca, la “prioridad” es “hacer frente a sueldos y aguinaldos que tiene la administración pública”.
Fuente: / cronista.com.ar